CWI se desmorona

Después de 60 años de adaptación oportunista

(Traducido de la versión en inglés – CWI Implodes – After 60 years of opportunist adaptation)

La crisis interna y profunda que actualmente exaspera al Comité por una Internacional de Trabajadores (Committee  for  a  Workers’ International (CWI) por sus siglas en inglés) ha producido una serie de cismas. El sector español Izquierda Revolucionaria (IR por sus siglas en español- Revolutionary Left), que apenas se integró a CWI en 2017, siete años antes de abandonar la Tendencia Marxista Internacional (International Marxist Tendency (IMT) por sus siglas en inglés), rompió lazos el año pasado junto con colectivos venezolanos, mexicanos y portugueses, así como una minoría de la división alemana conocida como Offensiv-Marxistische Organisation (OMO por sus siglas en alemán). Al denunciar la tendencia de CWI dirigida a “la adaptación hacia la opinión pública burguesa y el prejuicio burgués mezquino” OMO declaró:

“Conjunto a camaradas de España, Venezuela, México y Portugal, hemos llegado a la conclusión de que las raíces de adaptación oportunista en la CWI continuaran aún después de la crisis actual. Derivan a causa de una burocratización de estructuras, desde métodos oportunistas en obra entrista… de la adaptación de los principios políticos y del programa a las circunstancias nacionales, que ha llevado a una estructura federal de la Internacional, pero primero y ante todo a una falta de confianza en la clase obrera.”

—Declaración de la Offensiv-Marxistische Organisation Colectivo de Izquierda, el 2 de Julio del 2019, publicado en la página de Facebook del colectivo [nuestra traducción]

Al igual que las otras facciones del antiguo CWI, la disidente liderada por españoles afirma ser de las más izquierdistas, mientras pasa por alto el hecho de que este oportunismo caracterizó al CWI y su predecesor desde el primer momento a inicios de los años 1950. Después de la partida de IR et al., una nueva serie de contiendas partidistas marcaron la facción “En Defensa de un CWI Trotskista de Clase Obrera”, del por largo tiempo líder del CWI Peter Taffe, en contra de la “Facción por un Internacionalismo Revolucionario” (“Faction for Revolutionary Internationalism”  (FRI) por sus siglas en inglés) Liderado por la mayoría del Partido Socialista Irlanda (SPI por sus siglas en inglés Socialist Party Ireland) y el sector griego (Xekinima) La FRI, respaldada por el resto de los partidarios del CWI fuera de Gran Bretaña, se escindió con los Taaffeistas en Julio del 2019 con ambas ramas afirmando ser el CWI.  En Septiembre, el colectivo irlandés se volvió a fraccionar con una minoría marchándose para fundar un nuevo colectivo llamado “Rise” (Surgimiento).

En el curso de la contienda con la FRI, Taaffe acusó a los sectores irlandés y griego de participar en una especie de liquidacionismo político asociado por largo tiempo con los adeptos del fallecido Ernest Mandel, el líder histórico del Secretariado Unificado de la IV Internacional (United Secretariat of the Fourth International (USec)) Los partidarios de Taaffe quienes controlaban el Secretariado Internacional (International Secretariat (IS) por sus siglas en inglés) del CWI sostuvieron que la intervención del sector irlandés hacia la exitosa campaña “Repeal the 8th Amendment” (“Revoquen la Octava Enmienda”) para legalizar el aborto fue ensombrecida por capitulación ante el feminismo.   La dirigencia irlandesa defendió el enfoque al afirma que el movimiento feminista “high expectations for equality and for freedom from oppression” (“altas expectativas por la igualdad y la liberación de la opresión”) debía inevitablemente “confrontarse completamente con lo que el capitalismo tiene para ofrecer, y simplemente no puede cubrir el marco del sistema actual” (“Nuestra respuesta a los asuntos,” 5 de Octubre del 2018, Boletín de Miembros—Documentos en la disputa que surgió en la IEC). La mayoría del IS también criticó al SPI por fracasar en intentar de manera seria atraer a las organizaciones sindicales hacia el conflicto (véase “Women’s oppression and identity politics—our approach in Ireland and internationally” (Opresión de las mujeres y políticas identitarias—nuestra perspectiva en Irlanda e internacionalmente”.) Para reforzar su acusación de que la dirigencia irlandesa estaba considerando cada vez más las luchas sociales a través de la lente del feminismo, el SI citó una reunión pública del SPI titulada “Por qué el hogar es una cuestión feminista”.

Taaffe contrastó el “Mandelismo” del SPI con su propio historial:

“En los años 60 Ted Grant y yo nos retiramos de su congreso mundial [USec] y posteriormente rompimos con estos oportunistas. Les dimos la espalda y afrontamos la tarea de ganar a la clase obrera, sobre todo a la juventud, hacia nuestra consigna, a pesar de ser una organización muy pequeña en ese momento. Todos nuestros ‘críticos’ actuales nunca hubieran podido descubrir las perspectivas revolucionarias y el programa de la CWI si no hubiéramos recurrido en ese momento a esta audaz medida. ¿Cuáles son las políticas del mandelismo de entonces y de hoy? Abandono de la centralidad de la idea de la clase obrera como fuerza principal para el cambio socialista y, en su lugar, la cacería de otras fuerzas para desempeñar este papel: los estudiantes como ‘detonador’ de la revolución, falsas ilusiones en los movimientos guerrilleros y líderes como Tito, Fidel Castro, Che Guevara y Mao”.

—En Defensa de una Orientación de la Clase Obrera para el CWI, 14 de enero de 2019

De hecho, el historial de Taaffe no es mucho mejor que el de Mandel o el de su antiguo mentor, Michel Pablo, cuyo nombre ha sido asociado por mucho tiempo con un estilo de revisionismo impresionista y seguidista del movimiento trotskista.

Pablo, Mandel y Healy: Los predecesores de Militant

A principios de la década de 1950 Pablo observó que las predicciones de Trotski de que la Cuarta Internacional tendría enormes oportunidades revolucionarias después de la Segunda Guerra Mundial no se habían cumplido. Dado que los estalinistas y socialdemócratas habían retenido la lealtad de las masas de obreros, y lo que él anticipaba como el inminente panorama de una “Guerra-Revolución” que no permitiría el tiempo necesario para construir partidos revolucionarios independientes, Pablo propuso que los mandos trotskistas realizaran una “entrada profunda” en las organizaciones obreras reformistas de masas existentes donde pudieran esperar pacientemente la oportunidad de empujarlos a la izquierda cuando el supuestamente inexorable “proceso revolucionario objetivo” de la historia se manifestara por fin.  Pablo reconoció que su “entrismo profundo” no tenía nada en común con el entrismo de tiempo limitado que Trotski había promovido a mediados de la década de 1930 como táctica para reclutar obreros que se movilizan a la izquierda para la Cuarta Internacional:

“De lo que se trataba en general [en los años 30] era entrar en estos partidos, aprovechar su giro temporal hacia la izquierda, reclutar miembros o invitar a ciertas corrientes de izquierda poco consistentes que se estaban desarrollando allí, y salir. No era una cuestión de abordar los cometidos de la guerra y la revolución quedándose dentro de estos partidos.  Toda la concepción de llevar a cabo la adhesión y el trabajo dentro de estos partidos fue determinada por esta perspectiva.

“Hoy en día no es exactamente el mismo tipo de entrismo lo que nos preocupa. No estamos enrolándonos a estos partidos para salir de ellos pronto.  Entramos en ellos para permanecer allí por mucho tiempo apostando a la gran posibilidad que existe de ver a estos partidos, colocados bajo nuevas condiciones, desarrollar tendencias centristas que dirigirán toda una etapa de la radicalización de las masas y de los procesos revolucionarios objetivos en sus respectivos países. Deseamos en realidad, desde el interior de estas tendencias, amplificar y acelerar su madurez centrista de izquierda y competir incluso con los líderes centristas por la completa dirección de estas tendencias”.

—La Construcción del Partido Revolucionario, febrero de 1952 [énfasis en el original].

La entrada a largo plazo en las organizaciones de masas reformistas requiere inevitablemente una adaptación política al anfitrión.  Esto fue explícitamente elaborado en la Resolución sobre la Cuestión Austriaca, adoptada en el Congreso Mundial de la Cuarta Internacional de 1951, que instruía a los que llevaban a cabo la entrada “a no presentarse como trotskistas con un programa completo” y “a no impulsar cuestiones programáticas y de principios” sino “a comenzar con el nivel de conciencia de los trabajadores de cada sector de una actividad dada y a evitar el peligro de aislamiento yendo demasiado lejos más allá de este nivel”. Este enfoque tiende a hacer que el perfil político de los colectivos que realizan este trabajo apenas se distinga de los socialdemócratas ordinarios. En muchos casos la máscara se convierte en el rostro.

En Gran Bretaña la popularidad de las nacionalizaciones de posguerra llevadas a cabo por el gobierno laborista de Clement Attlee creó entusiasmo dentro de la clase obrera sobre la perspectiva de que la socialdemocracia pudiera servir como un instrumento para la transformación socialista. Esto creó dificultades para las pequeñas fuerzas del Partido Comunista Revolucionario Trotskista (Trotskyist Revolutionary Communist Party (RCP) por sus siglas en inglés), como observaron Sam Bornstein y Al Richardson: “Fueron las esperanzas despertadas entre la clase obrera por el programa de nacionalización del gobierno laborista las responsables de la falta de éxito del R.C.P. durante este periodo, y en última instancia su estancamiento y desintegración.” (Guerra y la Internacional, 1986).

La perspectiva de Pablo/Mandel fue adoptada al principio de manera entusiasta por Gerry Healy, quien abrió camino en el entrismo profundo en el Partido Laborista.  A su favor en el momento en que Ted Grant rechazó este curso liquidacionista:

“El enfoque completo en el Partido Laborista es estalinista, uno de máquinas de control, una Fraternidad Socialista, una Perspectiva Socialista, una entera Liga de la Juventud, a expensas de las ideas políticas y el programa. Sin embargo, no tiene la gracia salvadora que hombro a hombro con los apéndices organizacionales, los estalinistas organicen simultáneamente su propio y poderoso partido y prensa independientes.

“Esta política liquidacionista se convierte en una mezcla de pancartas, política y programa”.

—Ted Grant, Carta Abierta al B.S.F.I., Septiembre/Octubre 1950

Desafortunadamente, Grant no llevó la lucha a su conclusión lógica y finalmente volvió a unirse a Pablo y Mandel en 1957:

“Nos ayudaron en su momento.  Nos dieron algo de dinero para publicar una Carta Abierta al Partido Comunista.  Y de cualquier manera, no tuvimos mucha alternativa”.  Él agregó: ‘No nos hacíamos ilusiones sobre Pablo y los demás, pero como no había nada que perder, seguimos adelante de todos modos. En consecuencia nos encontramos, una vez más, dentro de la Cuarta Internacional.   Careciendo de cualquier alternativa viable, Pablo fue obligado a reconocernos como la base de un nuevo sector británico.’”

—Alan Woods, The Permanent Revolutionary (El Revolucionario Permanente)

No se trataba sólo de conseguir financiación—sino que había una verdadera convergencia política. Grant, adoptando la perspectiva de una inscripción a largo plazo en el Partido Laborista, comenzó a hilvanar fantasías sobre las posibilidades de que esta agencia de la burocracia sindical pro-imperialista pudiera gradualmente experimentar un cambio significativo hacia la izquierda:

“La derecha se encontraría aislada… los partidos laboristas estarán llenos de vida… los trabajadores eliminarán rápidamente de las organizaciones la madera muerta y se enviarán delegados vigorosos de las ramas a los Comités de la Dirección General. La crisis en la industria y las luchas de los obreros… tendrán su efecto en el Partido Laborista y, a su vez, la crisis del Partido Laborista reaccionará en las organizaciones obreras a nivel del taller y de la fábrica. La posibilidad de una ruptura, en el caso de que la derecha retenga el control del aparato del partido, estaría presente. Es, sin embargo, más probable que la izquierda ganase la mayoría y transforme el Partido Laborista en una organización centrista de masas.  En cualquier caso, el trabajo de los marxistas revolucionarios en el período que se avecina debe ser en gran medida la preparación y la formación de un colectivo con tal panorama en perspectiva”.

—““La situación y nuestras tareas”, Revista Internacional de los Trabajadores, junio-julio de 1957, citado en: Bill Hunter, Lifelong Apprenticeship (Aprendizaje de por vida), 1997

El disparate del “camino pacífico al socialismo” de Grant/Taaffe

Grant y Taaffee pusieron fin organizacionalmente con Mandel et al. en 1964 y fundaron el Militant tendency (Tendencia Militante) dentro del Partido Laborista.  Para evitar antagonismos indebidos con la dirección del partido, Militant restó importancia a la perspectiva de destrozar el aparato del estado capitalista y reemplazarlo con órganos de poder proletarios. Ya en 1952 Grant se había lamentado de que bajo el gobierno de posguerra de Attlee “una oportunidad de oro de transformar Gran Bretaña en una democracia obrera y sacudir al mundo con su ejemplo se perdió por la cobardía y la miopía de la dirección” (Ted Grant, The Unbroken Thread). León Trotski tuvo una visión diferente:

“La llegada al poder del Partido Laborista sólo tendrá este significado para el progreso, que una vez más mostrará -infinitamente más claro que antes- la bancarrota de los métodos e ilusiones del parlamentarismo en medio de las ruinas desmoronadas del sistema capitalista. Por tanto la necesidad absoluta de un nuevo partido verdaderamente revolucionario se presentará claramente ante nuestros ojos. El proletariado británico entrara a un periodo de crisis política y crítica teórica.  Los problemas de violencia revolucionaria se presentarán en todo su esplendor ante ella. Las enseñanzas de Marx y Lenin por primera vez encontrarán a las masas como su público”.

—Prólogo de Terrorismo y Comunismo, 10 de enero de 1935

Desde el principio Grant, Taaffe y compañía; rechazaron esta perspectiva y en su lugar basaron la Tendencia Militante en la posibilidad de una revolución pacífica a través de la legislación parlamentaria. En 1968, cuando un levantamiento de masas de obreros y estudiantes franceses planteó una genuina oportunidad revolucionaria, estos reformistas sólo vieron una apertura para una transición pacífica del dominio burgués al proletario:

“La propia policía ha sido tocada por las llamaradas de la revuelta. Su sindicato emitió una aviso al gobierno que los ‘oficiales de policía apreciaban completamente las razones que inspiraron a los asalariados en huelga y deploraron el hecho de que por ley no pueden participar de la misma manera en el actual movimiento obrero… los poderes públicos no pondrán sistemáticamente a la policía en contra de las actuales luchas laborales.’” (El Times, 24 de Mayo de 1968) en caso de enfrentamiento, muchos asuntos serios surgirían, en otras palabras, muchos sectores, si no es que la mayoría, se pasarían con los trabajadores. El ejército también se dividiría de arriba a abajo si la casta de oficiales buscara intervenir… Si alguna vez hubo un momento en que la clase obrera pudo tomar el poder pacíficamente, ese momento es ahora”.

Militant, 28 de junio de 1968, citado en: Peter Taaffe, The Rise of Militant (El Surgimiento del “Militant”)

Sin embargo, en la siguiente página, Taaffe describe cómo el presidente Charles de Gaulle “se entrevistó con el comandante de las tropas francesas de la OTAN, el general [Jacques] Massu”. A cambio de la promesa de Gaulle de liberar a algunos de los generales y oficiales del ejército de derecha involucrados en las revueltas militares en Argelia a principios de la década de 1960, Massu prometió, si era necesario, hacer marchar a sus tropas sobre París” (Ibíd.). ¿Piensa Taaffe que Massu tenía la intención de marchar sobre París para homenajear una revolución obrera pacífica? Como observó Lenin, “la revolución proletaria es imposible sin la destrucción forzosa de la máquina estatal burguesa y la sustitución de ésta por una nueva que, en palabras de Engels, ‘ya no es un Estado en el sentido propio del término’” (La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky).

La interpretación ‘flexible’ (es decir, el rechazo flagrante) que hizo Militant de este principio marxista básico con respecto al Estado no impidió que la dirección laborista los acosara. El discurso de Ted Grant en la conferencia del Partido Laborista de septiembre de 1983, justo cuando la derecha empezó a expulsar a los miembros del consejo de redacción de Militant, fue un testimonio del núcleo laborista del grupo:

“Seguiremos trabajando para asegurarnos de que se eche a este gobierno conservador, y preferiblemente un gobierno laborista con políticas socialistas de vuelta.  Sea cual sea el programa que se proponga, Militant, como siempre lo ha hecho en el pasado, seguirá trabajando por la victoria de este movimiento. No hay manera de que el marxismo pueda ser separado del Partido Laborista.”

Ted Grant, The Unbroken Thread

Esta cobarde declaración de lealtad a los laboristas, “cualquiera que sea el programa que se proponga”, reflejaba el distanciamiento de Militant del marxismo. La defensa de las “políticas socialistas” era poco más que un dispositivo de marketing para diferenciar a Grant/Taaffe et al. de sus competidores más abiertamente reformistas en el partido. Trotski no tenía más que desprecio por los izquierdistas que confeccionan sus políticas para no ofender a los burócratas reformistas:

“Los que dicen ‘renunciaremos a decir la verdad a las masas sobre la última traición social-patriótica para no ser expulsados del partido dirigido por los patriotas sociales’ se convierten en cómplices ingeniosos de estos traidores. Al pretender hablar en el nombre del marxismo revelan lo despreciables sinvergüenzas que son”.

—The Crisis of the French Section [1935-36] (La Crisis de la sección Francesa [1935-36])

La versión de Militant de “un gobierno laborista con políticas socialistas” se presentó después de que obtuvieran el control del Ayuntamiento de Liverpool en 1983. Después de aumentar inicialmente el gasto en vivienda y otros servicios públicos, Militant y sus aliados se enfrentaron a la campaña de la primera ministra Margaret Thatcher para limitar la financiación de los ayuntamientos en todo el país. En mayo de 1984, el auditor del distrito amenazó con presentar cargos por “mala conducta”, lo que podría haber impedido a los concejales del Militant ejercer sus funciones por cinco años e imponerles fuertes multas. Militant respondió ineptamente atacando su propia base —emitiendo cartas de despido a todos los empleados del ayuntamiento, mientras que de alguna manera imaginaba que Thatcher sería culpada. En cambio, esta maniobra desató una ola de hostilidad hacia Militant tan intensa que su propio grupo sindical local amenazó a la dirección del ayuntamiento con una huelga total.

El fiasco de Liverpool demostró claramente que pasos significativos hacia la planeación socialista racional solo pueden ser emprendidos de manera exitosa partiendo de la expropiación de la clase capitalista y la destrucción de su maquinaria estatal represiva. Mientras la burguesía ejerza el control del aparato estatal, ya sea directamente a través de sus propios partidos o a través de sus lugartenientes del trabajo, no hay posibilidad de dar el salto a un régimen genuinamente socialista. Por esto es que los revolucionarios propugnan por desintegrar el estado burgués y reemplazarlo con órganos de poder proletario—milicias obreras de trabajadores y asambleas.

Taaffe admitió retrospectivamente las limitaciones del socialismo municipal reformista:

“Una asamblea local restringida a una ciudad, sin embargo, está lejos de estar en la posición de un estado obrero saludable y democrático. Sus acciones siguen dominadas por la economía capitalista en general y por las restricciones impuestas por el gobierno. Está aún sujeto a las leyes del capitalismo.  Por consiguiente, aún bajo la dirección más radical, las acciones del ayuntamiento pueden aliviar las condiciones de la clase obrera.”

—Tony Mulhearn y Peter Taaffe, Liverpool: Una Ciudad Que se Atrevió a Luchar (A City That Dared to Fight)

Sin embargo, en lugar de reconocer el catastrófico error cometido en Liverpool, todos de los varios descendientes de Militant siguen proponiéndolo como una historia de éxito. ¡Vaya éxito! La derrota en Liverpool produjo una hemorragia en los miembros de Militant, una viciosa cacería de brujas en el Partido Laborista y la revocación de muchas de las reformas iniciales que los concejales de Militant habían podido implementar. Pero Taaffe sigue celebrando el “éxito” de Militant en Liverpool:

“Cuando tuvimos el poder efectivo a nivel local en Liverpool pusimos estas ideas en práctica – a través del control de la clase obrera por parte de los consejos sindicales de contratación y despido – hicimos propuestas claras sobre la cuestión de empleo de tiempo completo a un estrato de personas desempleadas ya por un largo tiempo, en particular los jóvenes negros, en las zonas desfavorecidas de Liverpool”.

—Peter Taaffe, En Defensa de una Orientación de la Clase Obrera para el CWI, 14 de enero de 2019 (In Defence of a Working-class Orientation for the CWI, 14 January 2019)

Lenin percibió las cosas de forma bastante diferente, argumentando:

“que sólo los obreros soviéticos, y no el parlamento, pueden ser el instrumento que permita al proletariado alcanzar sus objetivos; aquellos que no han comprendido esto son, por supuesto, absolutos reaccionarios, aunque sean las personas más cultas, los políticos más experimentados, los socialistas más sinceros, los marxistas más eruditos y los ciudadanos más honrados y padres de familia”.

—La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo

En El Caso del Socialismo, el Partido Socialista cuenta un cuento de hadas sobre la posibilidad de una transición pacífica al socialismo sin romper ninguna vajilla burguesa o sin movilizar los órganos de poder de la clase obrera:

“No obstante, en un país como Gran Bretaña, sería posible llevar a cabo una transformación socialista totalmente pacífica de la sociedad. Si un gobierno socialista fuera a nacionalizar la ‘cúspide dominante’ de la economía británica, siempre que movilizara el apoyo activo de la mayoría de la población -la clase obrera-, los esfuerzos de los capitalistas para detenerlo no llegarían a nada. Por supuesto, si pensaran que pudieran salirse con la suya, no hay duda de que las otras grandes potencias capitalistas intentarían estrangular a una Gran Bretaña socialista. Sin embargo, no podrían salirse con la suya.”

—El Caso por Socialismo, 2016

Los “esfuerzos de los capitalistas” sólo “quedarán en nada” si sus órganos de represión son derrotados contundentemente por una fuerza superior y organizada que represente a los oprimidos y explotados. Basta con recordar las amenazas manifiestas de uno de los generales de alto rango de Su Majestad, que se publicaron en el Sunday Times del 20 de septiembre de 2015 contra Jeremy Corbyn. La clase dominante británica nunca cederá el poder estatal sin una lucha. Los revolucionarios tienen el deber de ayudar a los trabajadores a comprender este duro hecho. En cambio, el Partido Socialista, como el resto de las filiales políticas de Militant, sigue ocupado sembrando fantasías utópicas sobre un camino parlamentario hacia el socialismo.

El gran giro de Taaffe: equivocado otra vez

A principios de los años 90, la mayoría en Militant abandonó su política entrista profunda dejando a Ted Grant y a un círculo a su alrededor enterrados en el Partido Laborista donde permanecen hasta el día de hoy como Socialist Appeal, sección británica de la IMT. Taaffe justificó este dramático giro sin admitir que el entrismo profundo había sido un error, por motivo de que el Laborismo había sufrido una “contrarrevolución” que lo convirtió en un partido puramente burgués:

“La creación del Partido Laborista, en efecto, dio lugar a la creación de un ‘partido obrero burgués’, como lo describió Lenin. Este era un partido capitalista en la cima, cuya dirección tenía por lo menos un pie en el campo de la clase dominante – ellos no estaban preparados para romper con el capitalismo – pero con una base de clase obrera y cada vez más socialista, particularmente después de la revolución rusa de octubre de 1917. Esto significaba que la clase dominante nunca podía confiar completamente en un partido semejante, particularmente cuando formó el gobierno, porque era susceptible a la presión de la clase obrera organizada en particular a través de los sindicatos.

“De cualquier manera, todo eso fue cambiado completamente a través de la contrarrevolución de Kinnock, Smith y particularmente de Blair y Mandelson.  Crearon un partido burgués, que es debidamente visto por la burguesía como digno enteramente de confianza, en el sentido de que defendería con firmeza los intereses de los capitalistas, tal y como ellos lo percibían, sin importar la presión ejercida desde abajo.   Por otra parte, el cambio en el carácter de este partido es claramente percibido por la clase obrera que está entrando en una amarga oposición con su dirección en toda una serie de cuestiones. Esto es reflejado de varias maneras: en el alejamiento del voto de los laboristas a las abstenciones masivas – en efecto, una huelga de votantes – y más conscientemente, en la presión sin precedentes de los sindicatos para romper con los laboristas”.

Socialism Today (Socialismo Hoy) No. 68, Septiembre 2002

De hecho no hubo ningún cambio cualitativo en el laborismo —permaneció como el representante político de la burocracia sindical pro-capitalista y de los estratos más privilegiados y rezagados de la clase obrera. A diferencia de Militant, que veía a los laboristas como un recipiente vacío capaz de transformarse en un vehículo para el socialismo, la burguesía británica reconoció hace mucho tiempo que la militancia de la clase obrera suele ser mejor controlada a través de la representación de los lugartenientes sindicales del capital y su facción parlamentaria. En 1916 Lenin aportó la siguiente descripción vívida de la función de los partidos obreros burgueses:

“Sobre la base económica mencionada anteriormente, las instituciones políticas del capitalismo moderno—prensa, asociaciones parlamentarias, congresos, etc.—han creado privilegios y concesiones políticas para los trabajadores y empleados de oficina respetuosos, mansos, patriotas y reformistas, correspondientes a los privilegios y concesiones económicas. Trabajos lucrativos y blandos en el gobierno o en los comités de las industrias de guerra, en el parlamento y en diversos comités, en el equipo de redacción de periódicos “respetables” y legalmente publicados o en los consejos de administración de sindicatos no menos respetables y “respetuosos de la ley burguesa”—este es el cebo con el cual la burguesía imperialista atrae y recompensa a los representantes y partidarios de los “partidos obreros burgueses”.

“…Nada en nuestros tiempos se puede hacer sin elecciones; nada se puede hacer sin las masas. Y en esta era de la imprenta y el parlamentarismo es imposible lograr el seguimiento de las masas sin un sistema ampliamente ramificado, sistemáticamente gestionado y bien equipado de lisonjas, mentiras, fraude, malabarismos con los tópicos populares y de moda, así como prometiendo toda clase de reformas y bendiciones a los trabajadores de derecha e izquierda —siempre y cuando renuncien a la lucha revolucionaria por el derrocamiento de la burguesía”.

—El imperialismo y la escisión en el movimiento socialista (Imperialism and the Split in the Socialist Movement), Octubre de 1916

Mientras que el Partido Socialista (SP por sus siglas en inglés —como Militant se renombró a sí mismo después de terminar el registro) declaró que el cambio a la derecha de los laboristas bajo Neil Kinnock, Blair y compañía lo había transformado de alguna manera en una formación abiertamente burguesa, de hecho el partido no experimentó ningún cambio cualitativo. Esto se hizo evidente después de la sorprendente victoria de Jeremy Corbyn en la contienda por el liderazgo en 2015, en la que se comprometió a devolver al partido a algo más parecido a lo que había sido en la década de 1970, desencadenó una ola de entusiasmo popular y una afluencia de nuevos miembros. Pero poco ha cambiado realmente: bajo el mando de Corbyn, los Consejos Laboristas siguen aplicando medidas de austeridad a nivel local. Esta timidez refleja la inquietud primordial de Corbyn de adherirse a la legalidad burguesa.

Con todo, la esperanza de que la postura izquierdista moderada de Corbyn despertara en millones de trabajadores británicos debe haber hecho deslumbrantemente obvio para todos en el SP que la afirmación de su mando de que el Laborismo era sólo otro partido burgués estaba totalmente equivocada. Esto naturalmente restaría valor a la autoridad política de Taaffe y en particular a la confianza en su capacidad como teórico marxista. Sus antiguos camaradas en el IMT han sugerido plausiblemente que la negativa de Taaffe a admitir su error fue un factor importante en la desintegración del CWI:

“Se cometió un gran error al abandonar la perspectiva del Partido Laborista y no se ha tenido la honestidad y el coraje de admitirlo. Esto, en lugar de aumentar su autoridad, la ha disminuido, especialmente después de la victoria de Corbyn y el ascenso de la izquierda del Partido Laborista, en los últimos años.

“Un liderazgo que carece del peso teórico necesario siempre recurrirá a medidas organizativas y administrativas para silenciar la oposición. Esta es una formula consumada para las crisis y las rupturas.

“Taaffe declaró que el Partido Laborista se había convertido en un partido capitalista y ya no en un partido obrero. Para reorientarse al Partido Laborista tendría que admitir que la perspectiva en la que se basó durante más de 25 años, y que fue uno de los principales temas de la escisión de 1992, era errónea.”

Socialist Appeal, marzo 29 del 2019

Aunque su crítica a Taaffe es bastante acertada, la propia IMT sigue operando en el marco de la lógica entrista profunda de Militant: si el Laborismo es un partido obrero, entonces consideran que es el deber de los trotskistas esconderse en él. Esta mentalidad profundamente reformista es evidente en su “Carta abierta” a los miembros del CWI en la que se quejan de que “Taaffe y compañía no entendieron que los éxitos en el frente parlamentario, en Liverpool, en el Partido Laborista y en los sindicatos se basaban en un largo período previo de paciente trabajo de formación de colectivos sobre el terreno” (Ibíd.).

Jeremy Corbyn y la crisis de liderazgo

El ascenso de Jeremy Corbyn planteó una difícil decisión para Taaffe entre mantener su afirmación anterior o admitir francamente su error y subir a la causa popular de Corbyn. En lugar de confesar, la dirección del SP trató de eludir el tema. En la víspera de la reciente escisión, Taaffe et al. predijeron que un futuro gobierno de Corbyn podría enfrentarse a una situación similar a la que enfrentó al gobierno laborista de Harold Wilson en la década de 1970:

“Los obreros fueron impulsados al poder después de oleadas de huelgas contra los patrones y el gobierno tory de Heath.

“La clase dirigente se preocupó entonces de que, dada la intensidad de la división de clases, el Laborismo no pudiera controlar a los trabajadores y actuar en sus intereses. Los precursores del Partido Socialista, la Tendencia Militante, fue un elemento marxista clave en la lucha para impulsar a la izquierda laborista en esta etapa.

“De manera similar ahora, el sistema es reticente de un gobierno laborista liderado por Jeremy Corbyn.  La “oleada Corbyn” que se desarrolló en las elecciones generales de 2017 debido al manifiesto laborista, el más radical desde hace décadas – de la re-nacionalización, la abolición de las tasas de matriculación, el salario mínimo de 10 libras por hora – ha reforzado su opinión de que un gobierno así sería una herramienta poco fiable para ellos. Temen el efecto que una administración de Corbyn podría tener en la clase obrera, elevando sus horizontes y empujando tal gobierno aún más a la izquierda”.

The Socialist núm.1049, julio 3 de 2019

El paralelismo del SP entre los partidos laboristas de Wilson y Corbyn sólo evidencía la estupidez de su afirmación de que bajo Wilson el partido era parte del movimiento obrero, mientras que bajo Corbyn no lo es.

Las contradicciones de la confusa teoría de Taaffe se mostraron hace un par de años cuando la secretaria general adjunta del SP, Hannah Sell, se quejó de la tergiversación del SP por Radio 4:

“El 9 de mayo, el programa de la tarde de Radio 4 hizo una rara referencia al Partido Socialista. Por desgracia, era completamente falso.

“El Partido Socialista, que incluye a ex miembros de Militant” se había puesto en contacto con ellos, explicaron, para quejarse de que Jeremy Corbyn era ‘demasiado de derecha y no un socialista sino un reformista.’

“Cuando nos pusimos en contacto con ellos urgentemente para quejarnos de que no habíamos hecho tal cosa y que, por el contrario, estamos haciendo una enérgica campaña para la elección de Jeremy Corbyn, el 8 de junio se disculparon hacía el periodista, Iain Watson, por escrito ‘diciendo en el aire que había sido contactado por “el Partido Socialista que incluye a ex miembros de la Tendencia Militante’”.”

—“Apología del programa de la tarde Radio 4”, 17 de Mayo del 2017

Sell no intentó explicar por qué los socialistas estarían “haciendo una enérgica campaña” por el líder de un partido burgués. En un intento de salir de este aprieto, la dirección del SP trató torpemente de cambiar su postura con la charla sobre “La lucha para transformar el trabajo” (The Socialist, 19 de septiembre de 2018). La dirección de Taaffe, consciente de que el Laborismo no permite afiliaciones desde 1946, solicitó formalmente la admisión en el partido como grupo. Para sorpresa de nadie, esta petición fue denegada. Mientras que el liderazgo del SP continúa operando programáticamente en una especie de crepúsculo kautskiano, lo que queda de los miembros deben estarse preguntando por qué Taaffe está evitando tan tercamente simplemente confesar este obvio error por un lado mientras, por otro, continúa proclamando los elogios de Corbyn (con una crítica ocasional para equilibrar).

El CWI y Syriza: otro fiasco

En lugar de ver a los partidos obreros burgueses como obstáculos, el CWI los considera como potenciales agencias de cambio social progresivo si su base puede ejercer suficiente presión, y su liderazgo no es cobarde:

“Mira la experiencia del gobierno de Syriza en Grecia, que llegó al poder con un programa anti-austeridad. Ahora está implementando la austeridad habiendo capitulado ante la gigantesca presión de la clase capitalista griega y las instituciones de la UE.

“Eso no sugiere de ninguna manera que la capitulación sea automática. La clase obrera griega no capituló, sino que se mantuvo firme votando abrumadoramente “oxi” (no) en el referéndum de 2015 sobre la austeridad. Si el liderazgo de Syriza hubiera mostrado el mismo coraje que el pueblo griego, se habría abierto un escenario muy diferente. Los sucesos de Grecia muestran que la elección de un gobierno anti-austeridad sería positiva – pero es sólo un primer paso.”

—El Caso por Socialismo, 2016

Esta experiencia es, en efecto, digna de ser revisada.  La sección griega del CWI, Xekinima, se adaptó a las ilusiones populares en Syriza y así demostró su incapacidad para proporcionar cualquier aproximación al liderazgo revolucionario, como señalaron los oponentes facciosos de Taaffe en la mayoría del IEC:

“En nuestra opinión, no hay duda de que la IS no ha sido capaz de responder, en los últimos años, de manera satisfactoria en relación con los desafíos de la época que vivimos. El colapso del estalinismo condujo a un serio retroceso de la conciencia, a escala mundial, como se ha analizado en el pasado. Sin embargo, las dos últimas décadas, en particular los años transcurridos desde la crisis de 2007-8, han dado lugar a movimientos de masas excepcionalmente dinámicos, incluso de dimensiones revolucionarias o prerrevolucionarias, como las revoluciones del norte de África y del Oriente Medio de 2011 o las luchas de la clase obrera griega en el período de 2010 a 2013. Sin embargo, en su mayoría, estas luchas no han podido triunfar. En Egipto, Siria y Libia las revoluciones se convirtieron en contrarrevoluciones abiertas, debido a la ausencia del factor subjetivo, es decir, la falta de un partido revolucionario de masas. En Grecia, SYRIZA capituló ante la Troika (la UE, el BCE y el FMI) causando una muy seria derrota.”

—“El mundo en una coyuntura crucial: nuevos fenómenos, demandas y tareas – la crisis en el CWI”

Tras los draconianos ataques contra la clase obrera en 2010, la postura anti-austeridad de Syriza se convirtió repentinamente en un polo de atracción para una importante sección de la población y le permitió terminar en segundo lugar en las elecciones de 2012. Para 2015 Syriza ya estaba dando marcha atrás, ya que su líder Alexis Tsipras indicó a la prensa capitalista que su principal prioridad sería equilibrar el presupuesto. También se negó a descartar la posibilidad de gobernar en coalición con los populistas de derecha Independent Greeks (Griegos Independientes). Xekinima hizo caso omiso de estas señales y realizó una campaña a favor de Syriza con el argumento de que “cualesquiera que sean los compromisos que la dirigencia esté dispuesta a hacer, los obreros sentirán que hay un entorno mucho mejor para luchar por la defensa de sus derechos y esta es la razón fundamental por la que se debe dar a Syriza un apoyo condicional/crítico” (The Socialist, 21 de enero de 2015). Adoptamos un enfoque diferente y rechazamos todo apoyo electoral a Syriza por la voluntad claramente expresada de Tsipras de traicionar las esperanzas de sus partidarios:

“Dado que Syriza no tiene intención de lanzar un serio asalto al poder de la clase dominante mediante la expropiación de las propiedades del capital nacional y extranjero, y promete en cambio hacer funcionar de alguna manera el capitalismo para la mayoría de la población griega, está sentando las bases no sólo para los votantes decepcionados sino para un resultado potencialmente sangriento de la crisis”.

1917, núm. 37

Después de la elección de Syriza, inmediatamente formó una coalición con los Griegos Independientes. El 5 de junio de 2015, atrapado entre las expectativas de su base de que su gobierno aliviaría el dolor de la austeridad y la insistencia de los hombres de dinero de la UE en que se aumentara la presión, Tsipras convocó un referéndum para resolver la cuestión, pero cuando el 62% del electorado votó en contra de la austeridad, hizo caso omiso del resultado y siguió adelante con nuevos recortes. Xekinima, que antes había expedido a Syriza un cheque en blanco “para cualquier compromiso que los dirigentes estén dispuestos a hacer”, parecía sorprendida por la traición:

“Las masas obreras no olvidan que las mismas personas que hoy traicionan las ideas y principios de la izquierda son las mismas que habían prometido deshacerse del Memorándum “en un día y con una sola ley”. Es la misma gente que prometió el Programa de Salónica (las promesas preelectorales más radicales de SYRIZA), que afirmaron que se llevaría a cabo independientemente de las negociaciones con la Troika”.

The Socialist, 11 de julio del 2015

La política de Xekinima se reducía a seguir las ilusiones populares, cruzar los dedos y esperar un milagro, en lugar de advertir a los trabajadores sobre los escurridizos líderes de Syriza y la probabilidad de que los traicionarían. Los críticos de Taaffe en la mayoría de la IEC se anotaron un punto retrospectivo, aunque, hasta donde sabemos, ninguno de ellos luchó contra la política en ese momento. El problema para el CWI es que la debacle de Grecia no fue un error aislado sino más bien parte de un patrón.

Ignorando la línea de clases

La insistencia de Taaffe durante la lucha de facción sobre la necesidad de una orientación de clase obrera es, por supuesto, abstractamente correcta, pero el hecho es que el CWI, como Militant antes que él, tiene un historial de ignorar la línea de clases y apoyar a los candidatos del frente popular y, a veces, incluso abiertamente a burgueses, si son lo suficientemente populares.

En las elecciones chilenas de 1970, Militant se entusiasmó con el potencial socialista de la Unidad Popular (UP) de Salvador Allende, un frente popular compuesto por estalinistas, socialdemócratas y varias pequeñas formaciones burguesas. En un artículo titulado “Chile: Para un verdadero Gobierno Obrero”, Militant sugirió que sería útil que Allende de alguna manera se transformara espontáneamente en un implacable revolucionario leninista:

“Las escisiones de la izquierda y el intento de intervención de la derecha que resultarán de la reincidencia sólo pueden evitarse si Allende reconoce el enorme poder de los obreros y campesinos organizados y les entrega el verdadero poder económico y social que les corresponde por derecho de su trabajo. Sólo llevando a cabo un programa de reforma agraria a gran escala que otorgue la tierra a los campesinos y de nacionalización a gran escala que otorgue el control de la industria a los propios trabajadores, el nuevo gobierno podrá comenzar a resolver los problemas de pobreza, subdesarrollo y dominación del capital extranjero en el propio Chile y señalar el camino hacia la solución socialista de los problemas del resto de América Latina y del mundo subdesarrollado”.

Militant núm. 68, octubre de 1970

Allende y su “Camino chileno al socialismo” era popular en esa época y como la mayoría del resto de la izquierda internacional, el deseo de Militant de nadar con la corriente lo llevó a promover la ilusión de que la Unidad Popular podría de alguna manera llevar a cabo una transición pacífica al socialismo. Por el contrario, nuestros antepasados de la entonces Liga Espartaquista-Trotskista se negaron a dar algún apoyo político al proyecto del frente popular de Allende:

“Es el deber más elemental de los marxistas revolucionarios oponerse irreconciliablemente al Frente Popular en las elecciones y no confiar en él en absoluto ya en el poder. Cualquier ‘apoyo crítico’ a la coalición de Allende es traición de clase, preparando el camino para una sangrienta derrota para el pueblo obrero chileno cuando la reacción interna, instigada por el imperialismo internacional, esté lista”.

Spartacist núm. 19, noviembre-diciembre 1970

Después de un tiempo, a medida que el entusiasmo inicial se desvanecía, Militant cambió de rumbo y antes de las elecciones de marzo de 1973 llamó a “¡Romper la coalición con los partidos capitalistas!” mientras seguía instando a los “socialistas” del gobierno del frente popular a “¡ […] exigir el armamento de los trabajadores…!” (Peter Taaffe, The Rise of Militant). De hecho, todo el propósito de cualquier frente popular es desarmar políticamente a la clase obrera, y la decepción de la Unidad Popular preparó el terreno para el sangriento golpe de Pinochet que decapitó a la izquierda y representó una enorme derrota para el movimiento obrero internacional.

Sin embargo, los líderes de la Tendencia Militante no aprendieron nada de esta experiencia, y 30 años más tarde, el CWI estaba una vez más complaciendo a un popular régimen burgués latinoamericano con discurso de izquierda.  Esta vez fueron Hugo Chávez y sus “revolucionarios” bolivarianos los que fueron votados en 1998. Al tiempo que protegían la propiedad y los intereses de la clase dirigente de Venezuela, los bolivarianos también introdujeron reformas destinadas a elevar el nivel de vida de los trabajadores y los pobres. Aunque a veces Chávez se enfrentaba a la burguesía local y a sus patrones imperialistas por el control de los recursos energéticos de Venezuela, el suyo era un régimen bonapartista de izquierda.

En 2003 Tony Saunois, uno de los aliados más cercanos de Taaffe en la disputa entre facciones, escribió un artículo titulado “Momentos decisivos en Venezuela”, en el que observaba que “Chávez ha intentado, en cambio, hacer lo imposible y presidir una economía de mercado capitalista ‘con rostro humano’. Al mismo tiempo, ha considerado a la clase obrera como un auxiliar cuya función es apoyarle a él y a su gobierno, y no como la clase decisiva que podría transformar la sociedad” (Socialism  Today, febrero del 2003). Chávez estaba realmente afligido por las ínfimas condiciones de vida de las masas de Venezuela, pero también defendía los intereses de la boliburguesía, el ala de los capitalistas nacionales que buscaba lograr una mayor independencia del control imperialista.

León Trotski describió la distinción entre los regímenes bonapartistas populistas de izquierda y los abiertamente reaccionarios en los países semicoloniales:

“Los gobiernos de los países atrasados, es decir, coloniales y semicoloniales, asumen en general un carácter bonapartista o semibonapartista; y se diferencian entre uno y otro en esto; algunos tratan de orientarse en una dirección democrática, buscando el apoyo de los trabajadores y los campesinos, mientras que otros instalan una forma cercana a la dictadura militar-policial”.

—Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista, 1940

En un artículo de 2008 Saunois describió cómo la verborrea empleada por el supremo bolivariano tomó un matiz cada vez más izquierdista a medida que pasaba el tiempo:

“Inicialmente, Chávez no habló de socialismo sino que se limitó a la idea de una ‘revolución bolivariana’. Su régimen populista nacionalista y las reformas radicales que introdujo entraron rápidamente en conflicto con el imperialismo de EE.UU. y la oligarquía gobernante que había gobernado Venezuela durante décadas. (…)

“Estos conflictos entre las masas y la clase dominante provocaron una radicalización política en cada momento. Esto fue reflejado en Chávez eventualmente declarando que la ‘revolución’ no era solo ‘bolivariana’ sino ‘socialista’.   Proclamó que Venezuela se embarcaba en un camino para construir el “socialismo del siglo XXI”. Tras su victoria electoral en diciembre de 2006, fue más allá y anunció su apoyo al Programa de Transición y a la Revolución Permanente de León Trotski”.

Socialism Today núm. 115, febrero del 2008

En lugar de centrarse en el hecho de que Chávez permaneció en la cúspide de un Estado burgués comprometido con la defensa de la propiedad capitalista, Saunois celebró el “apoyo” retórico del hombre fuerte bolivariano al programa de Trotski de expropiación de los capitalistas y la destrucción de su Estado:

“Frente al trasfondo de la ofensiva ideológica mundial contra el socialismo llevada a cabo por la clase dominante y sus representantes en los antiguos partidos de masas de la clase obrera, estos acontecimientos representaron y siguen representando importantes pasos adelante”.

Ibíd.

En lugar de alabar a Chávez, dijimos la simple verdad: “Ninguna alquimia bolivariana puede transformar un instrumento construido para defender y promover la explotación capitalista—el Estado burgués—en un órgano de liberación social.”  No saludamos las declaraciones retóricas vacías del jefe del régimen bonapartista de izquierda como “importantes pasos adelante”, sino que afirmamos sin rodeos que los trabajadores venezolanos necesitan un partido revolucionario “comprometido con la lucha por el poder, un partido leninista de vanguardia arraigado en el proletariado, capaz de polarizar el movimiento bolivariano en sus componentes de clase y preparar así a la clase obrera para el inevitable enfrentamiento con la burguesía” (“Venezuela: State & Revolution” (Venezuela: Estado y Revolución), 1917 núm. 28).

Enfrentado a una ola de militancia sindical, Chávez trató de contener el potencialmente poderoso movimiento obrero de Venezuela. Cuando elementos traidores del sindicato de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV) apoyaron el cierre patronal en 2002, Chávez aprovechó esto como pretexto para reinar en los sindicatos independientes. En agosto de 2007, Chávez envió unidades de policía y la Guardia Nacional para que intervinieran contra los trabajadores en huelga de la planta de Sanitarios Maracay, en el estado de Aragua, que habían impuesto un régimen de control obrero para contrarrestar la lucha de la gestión sindical.

Orlando Chirino, el organizador nacional de izquierda de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT), describió la ocupación de otra fábrica:

“Nuestros camaradas de la Constructora Nacional de Válvulas (hoy llamada Inveval) tuvieron que pasar por verdaderas penurias físicas y hambre, y luchar en cuerpo y alma antes de que el gobierno finalmente los escuchara y accediera a expropiar la empresa. Los trabajadores de Venepal (ahora Invepal) tuvieron que luchar durante diez meses antes de derrotar a los capitalistas, mientras que el gobierno miraba hacia otro lado. Y ahora tenemos el caso de Sanitarios Maracay donde los trabajadores están en el cuarto mes de una ocupación para la nacionalización…”

Venezuelanalysis, 18  de julio del 2007

Chirino dirigió una agrupación de militantes conocida como C-CURA (corriente de la Clase Revolucionaria Autónoma Unida) que se comprometió a preservar la independencia organizativa de los sindicatos respecto del aparato estatal bolivariano.  En el segundo congreso de la UNT en 2007, Chirino ayudó a liderar la resistencia a una minoría encabezada por la Fuerza Socialista Bolivariana de Trabajadores (FSBT) que favorecía la integración con el Estado. El congreso terminó con un enfrentamiento físico entre los bolivarianos y los partidarios de la C-CURA.

Saunois criticó a Chirino por no ceder a las demandas de los chavistas en el congreso:

“A pesar de tener una mayoría, sus capas de liderazgo -incluyendo algunos que se proclamaron trotskistas- no lograron presentar un programa en el segundo congreso para luchar contra los capitalistas y la burocracia, y construir un frente unido con las filas del movimiento chavista. Esta fue una oportunidad perdida. Permitió a la burocracia romper la UNETE [UNT] y paralizar a las capas más avanzadas de la clase obrera en una coyuntura decisiva de las luchas revolucionarias”.

—Tony Saunois, Socialism Today, núm. 212, octubre del 2017

Dado que los partidarios de Chávez no ocultaban su deseo de subordinar la unión al régimen bolivariano, la propuesta del frente unido de Saunois sólo podía significar la capitulación al régimen bonapartista.  Trotski discutió la importancia de la independencia de los sindicatos en el artículo de 1940 citado anteriormente, y observó que en los países semicoloniales los regímenes de derecha trataban de aplastar las organizaciones de trabajadores mientras que los más “democráticos” trataban de cooptarlas:

“Ellos [los sindicatos] están bajo el patrocinio especial del Estado o son objeto de una cruel persecución. El patrocinio por parte del Estado está dictado por dos tareas que lo confrontan. En primer lugar, para acercar a la clase obrera ganando así un apoyo para la resistencia contra las excesivas pretensiones del imperialismo; y, al mismo tiempo, para disciplinar a los propios trabajadores poniéndolos bajo el control de una burocracia”.

—Los sindicatos en la era de la decadencia imperialista, 1940

Chávez se consideraba amigo de la clase obrera y a veces intervenía en situaciones en las que pensaba que determinados jefes se habían comportado mal. La ocupación de la fábrica SIDOR en 2008 es un ejemplo de ello. Tras una prolongada lucha, el gobernador bolivariano local, Francisco Rangel Gómez, envió a la Guardia Nacional y a la policía a romper la huelga. Chávez intervino el 9 de abril para despedir a Gómez y nacionalizar la planta. Este episodio tuvo lugar un año después del lanzamiento del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) a través del cual el régimen bolivariano esperaba salvaguardar su posición hegemonizando la izquierda y el movimiento obrero y así obtener el control sobre los sectores más combativos de la clase obrera. Chirino describió el carácter transversal de esta empresa bolivariana:

“¿Cómo se está construyendo el PSUV? Quiero expresar mi solidaridad con miles de mis compatriotas que fueron a Caracas para participar en el evento y que no sólo fueron excluidos, sino también maltratados y golpeados en la negociación. En la televisión vimos a gobernadores, alcaldes y diputados que no tienen apoyo masivo ocupando las primeras filas. Había jefes y burócratas presentes que han defendido a los jefes, y un número de personas que han sido acusadas de corrupción y de defensa de políticas que no reflejaban los intereses del pueblo”.

International Socialist Review, julio–agosto del 2007

En un evento subsecuente del PSUV Chávez anunció la necesidad de “poner fin” a la autonomía sindical.  Sin embargo, el CWI acogió con beneplácito la formación del PSUV y ordenó a sus adeptos venezolanos que se inscribieran:

“El establecimiento del PSUV puede ofrecer una importante oportunidad para construir un nuevo partido de masas de la clase obrera que, con un programa socialista revolucionario, puede convertirse en un arma importante para hacer avanzar la revolución. (…)

“Para que el PSUV se convierta en un instrumento para el éxito de la revolución, necesitará una base completamente activa, y no sólo ser una amalgama de los miembros de los partidos pro-Chávez existentes. El derecho a formar tendencias y permitir el debate democrático será esencial para que el partido se convierta en un arma eficaz para la clase obrera en lugar de ser una herramienta para el gobierno. Desafortunadamente, el PSUV fue lanzado desde arriba con Chávez nombrando un comité que involucra a dos ex generales para crearlo. En enero, Jorge Rodríguez se encargó de la ‘coordinación general del PSUV’. El CWI apoya la lucha por un PSUV totalmente democrático con un programa socialista revolucionario”.

Socialism Today, núm. 115, febrero del 2008

No es de extrañar que la sugerencia del CWI de que el PSUV adoptara un programa socialista revolucionario se diluyera. Alejandro Rojas del CWI celebró la disposición de su grupo de seguir el intento del régimen de “disciplinar a los propios trabajadores poniéndolos bajo el control de una burocracia”, en este caso el PSUV:

“A diferencia de algunos de la izquierda, hemos evitado la trampa del oportunismo –  actuando meramente como animadores y asesores de Chávez – o de atacar a Chávez de manera puramente personal y sectaria. La amenaza de la contrarrevolución permanece porque el capitalismo no ha sido reemplazado por un plan de producción socialista democrático basado en la democracia de los trabajadores y los campesinos.

“La nueva fase plantea nuevos peligros. Una de las debilidades más graves es la falta de una organización políticamente consciente e independiente de la clase obrera que se ponga a la cabeza de la lucha por una revolución socialista”.

Socialism Today, núm. 134, diciembre/enero del 2009

Al apoyar al régimen nacionalista burgués de Chávez y denunciar a quienes se atrevían a plantear críticas de izquierda, el CWI compartía la responsabilidad por la ausencia del liderazgo político revolucionario que el movimiento obrero combativo necesitaba. En lugar de una perspectiva tratando de separar a la base obrera del PSUV de su liderazgo bonapartista, el CWI celebró el carácter “antiimperialista” del régimen. Ochenta años antes, Trotski criticó duramente a los estalinistas por seguir una política similar en relación con el Kuomintang chino:

“En la práctica, sin embargo, la política del menchevismo en la revolución consiste en retener el frente unido a toda costa, el mayor tiempo posible, al precio de adaptar su propia política a la política de la burguesía, al precio de reducir las consignas y la actividad de las masas, e incluso, como en China, al precio de la subordinación organizativa del partido obrero al aparato político de la burguesía. La vía bolchevique, sin embargo, consiste en una demarcación política y organizativa incondicional de la burguesía, en una implacable exposición de la burguesía desde los primeros pasos de la revolución, en la destrucción de todas las ilusiones pequeñoburguesas sobre el frente unido con la burguesía, en la lucha incansable con la burguesía por la dirección de las masas, en la expulsión sin piedad del Partido Comunista de todos aquellos elementos que siembran vanas esperanzas en la burguesía o las idealizan”.

—“La revolución china y las tesis del camarada Stalin”, 7 de mayo de 1927

La política de respaldar “críticamente” a los burócratas de izquierda y a los “antiimperialistas” semicoloniales sólo ha producido derrotas en el pasado e inevitablemente debe producir resultados similares en el futuro. Chávez se ha ido y mientras el régimen que creó perdura, sus pretensiones socialistas se han agotado. La derecha en Venezuela es más fuerte de lo que ha sido durante muchos años y, aunque la administración Trump exhibió un nivel de incompetencia de clase mundial en su fallido intento de derrocar al presidente Nicolás Maduro en marzo pasado, en general el intento de los imperialistas de estrangular la economía ha fortalecido su posición. Los capitalistas nacionales de Venezuela están implorando con entusiasmo a sus señores imperialistas del norte que intervengan y saqueen los recursos de su país. El movimiento obrero está desorganizado y desmoralizado por las exigencias de la desesperada lucha diaria por la supervivencia. El entusiasmo por las ocupaciones militantes de fábricas de hace una década se ha disipado y los beneficios materiales que el régimen bolivariano alguna vez pudo proporcionar a las masas populares están desapareciendo debido a las crueles sanciones impuestas por los Estados Unidos y sus aliados “democráticos”.

Los marxistas defienden el régimen de Maduro contra las sanciones imperialistas, la subversión y el ataque militar, pero a estas alturas debería quedar muy claro para todos los izquierdistas pensantes que el intento bolivariano de encontrar un “tercer camino” entre la revolución socialista y la subordinación semicolonial al capital financiero mundial ha resultado ser un callejón sin salida. La política del CWI de embellecer las fuerzas burguesas de la “izquierda” no sólo no logró promover los intereses de la clase obrera, sino que de hecho ayudó a confundir y debilitar la izquierda en Venezuela y en el extranjero.

¿Qué hay que hacer?

Taaffe, según sus antiguos camaradas españoles, ya no comulga con la premisa de que las derrotas sufridas por el movimiento obrero son principalmente atribuibles a la falta de una dirección revolucionaria competente. La facción mayoritaria de la IEC reportó:

“Los camaradas del antiguo sector español alegan que en la reunión de la facción en Londres, PT [Peter Taaffe] afirmó que las razones principales de la derrota de la clase obrera en Grecia en 2015 y la inminente derrota en Venezuela fue el bajo nivel de conciencia de la clase obrera y no principalmente el papel de liderazgo. No podemos juzgar plenamente esta afirmación ni la aún más sorprendente afirmación de que PT declaró que el fracaso de la revolución española en los años 30 también se debió principalmente al bajo nivel de conciencia de la clase obrera. Si esto es cierto, ciertamente contradiría la evaluación de Trotski, incluso en el famoso artículo “La clase, el partido y la dirección”, que resume las principales conclusiones teóricas del primer movimiento trotskista”.

—“El mundo en una nueva y crucial coyuntura: nuevos fenómenos, demandas y tareas, la crisis en el CWI”

La mayoría del IEC citó la afirmación de Trotski en La Clase, El Partido y La Dirección de que la disposición de luchar por un programa revolucionario es decisiva:

“[El POUM español centrista] no podía convertirse en un partido de masas porque para ello era necesario derrocar primero a los viejos partidos y sólo era posible derrocarlos mediante una lucha irreconciliable, mediante una despiadada exposición de su carácter burgués. Sin embargo, el POUM, al criticar a los viejos partidos, se subordinó a ellos en todas las cuestiones fundamentales… La falsificación histórica consiste en que la responsabilidad de la derrota de las masas españolas se descarga en las masas obreras y no en los partidos que paralizaron o simplemente aplastaron el movimiento revolucionario de las masas. Los abogados del POUM simplemente niegan la responsabilidad de los líderes, para así evitar cargar con su propia responsabilidad.  Esta filosofía impotente, que busca reconciliar las derrotas como un eslabón necesario en la cadena de desarrollos cósmicos, es completamente incapaz de plantear y se niega a plantear la cuestión de factores tan concretos como programas, partidos, personalidades que fueron los organizadores de la derrota”.

En lugar de advertir de las inevitables traiciones de Syriza y el PSUV cuando las masas se hacían ilusiones, el CWI se unió para celebrarlas, al tiempo que sugería amablemente que adoptaran “políticas socialistas”. Estas capitulaciones programáticas no cayeron del cielo, sino que son sólo los frutos más recientes de la metodología objetivista, la pasividad política y la búsqueda interminable de atajos para la influencia de las masas que caracterizaron al revisionismo pablista que destruyó la Cuarta Internacional de Trotski en la década de 1950.

El CWI tradicionalmente trataba las cuestiones del carácter de clase de una organización, su relación con el Estado burgués y su genuino programa operativo como cuestiones esencialmente secundarias—lo principal era siempre perseguir a las masas. Pero la crisis de la dirección proletaria sólo puede ser superada por una organización que reconozca la centralidad del factor subjetivo y rechace todas las nociones de cualquier dinámica histórica que se desarrolle inexorablemente hacia el socialismo. El único camino a seguir es la construcción de una organización política de vanguardia fundada en un programa revolucionario consistente, fusionada con la clase obrera, y que no tenga miedo de decir la verdad a las masas.

La reciente ola de represión brutal desatada contra las protestas populares, entre ellas las de los Gilets Jaunes en Francia, el movimiento independentista catalán, los manifestantes anti-austeridad en Chile, los manifestantes anti-golpe de Estado en Bolivia y las protestas en Iraq, junto con la erosión sistemática y continua de las libertades civiles y la expansión febril de los aparatos represivos capitalistas en todos los países capitalistas “avanzados”, así como la renuencia y la incapacidad de los gobernantes mundiales para iniciar una lucha seria para evitar una catástrofe climática inminente, todo ello atestigua la necesidad imperiosa de trascender la irracionalidad del dominio capitalista.

La crisis que ha hecho tambalearse al CWI ha estado claramente relacionada con la exposición de la incapacidad teórica de su desacreditada dirección que tercamente sigue intentando dar coartada a sus estimaciones erróneas y a sus graves fracasos políticos. Ninguno de los fragmentos de la antigua Tendencia Militante será capaz de contribuir útilmente a la lucha por construir una corriente internacional genuinamente trotskista hasta y a menos que rompan decididamente con las seis décadas de ilusiones, adaptación política y promoción de fórmulas reformistas en quiebra que son su legado político.

Izquierda Revolucionaria y sus afiliados han indicado que saben que hay algo podrido con el estilo Militant, pero queda por ver si esto se traducirá en conclusiones programáticas significativas. Los camaradas que se toman en serio las cuestiones de la línea de clases y que comprenden la importancia vital de intervenir en la lucha de clases viva sobre la base de un programa auténticamente revolucionario encontrarán poco valor en la tradición histórica del CWI y Militant.

Las recientes experiencias en Venezuela y Grecia demuestran que no puede haber sustituto para la lucha por construir una dirigencia revolucionaria, basada en el histórico programa trotskista de implacable oposición a todas las alas de la clase capitalista. La Bolshevik Tendency (Tendencia Bolchevique) se ha comprometido a participar en el proceso de creación de dicha dirigencia a nivel internacional mediante reagrupaciones políticas basadas en la investigación seria de las lecciones en las pasadas décadas de luchas obreras. Invitamos a los camaradas del CWI de todos los bandos de la división a revisar su propia tradición, para estudiar la historia accidentada de aquellos que reclaman el manto del trotskismo después de Trotski y que se comprometan en una evaluación seria de estas cuestiones críticas.