Unidad, clase, programa
Versión editada de la contribución de Barbara Dorn, de la Tendencia Bolchevique Internacional, a una mesa redonda sobre “¿Es necesaria la unidad de la izquierda?”, en la Conferencia Europea Platypus, celebrada en Londres el 19 de Julio de 2014.
Una de las cuestiones con la que a menudo nos encontramos es la pregunta “¿Por qué no podéis uniros todos los grupos de izquierda?”. Es una buena pregunta, que requiere una seria respuesta, ya provenga de personas sin experiencia política o de camaradas más experimentados que ya debieran conocer la respuesta, y la formulan en unos términos más sofisticados, tales como “unidad de la izquierda”.
Eso plantea dos preguntas: ¿qué entendemos por “izquierda”? ¿qué entendemos por “unidad”?
“Izquierda” es el término utilizado para referirse a todo, desde los liberal-demócratas, pasando por los verdes, a la izquierda laborista, de los autodefinidos como socialistas de diversas variantes a los anarquistas y genuinos comunistas, con todo lo que hay en medio. A lo que el término “izquierda” no hace referencia es a la clase obrera. Es la conciencia política de la clase obrera lo que tiene una importancia esencial para la consecución de las metas que muchos de nosotros compartimos, ya sea a la hora de una huelga concreta o de efectuar una revolución socialista triunfante. La más amplia unidad de la clase obrera contra los capitalistas y su Estado: eso es lo que necesitamos.
Ante esto, pudiera parecer que la mejor manera de alcanzar tal unidad sería la unificación de las tendencias existentes que representan, o buscan representar, a la clase trabajadora (excluyendo a fuerzas como los Verdes), y posteriormente zanjar democráticamente nuestras diferencias en las luchas de la vida cotidiana. Algo similar era el modelo de la I Internacional, en la que Karl Marx jugó un papel preponderante entre 1860 y los primeros años de la década de 1870, y para la Segunda Internacional, fundada en 1889, que reunía a grupos tan dispares como el Partido Laborista británico, el SPD alemán y el SDLP ruso. Siempre había componentes que no podían coincidir en un marco común, pero la idea de la unidad política de la clase obrera bajo la forma de un único partido fue defendida prácticamente por todos los líderes socialistas; según la formulación de Karl Kautsky “una clase, un partido” (o, para cerrar el círculo, un “partido de toda la clase”).
En el ala revolucionaria de la Segunda Internacional, principalmente en la fracción bolchevique de Lenin en el interior del fragmentado partido ruso, la idea de un “partido de toda la clase” ya había entrado en conflicto en fecha temprana como 1912 con la necesidad de defender el programa de la “unidad obrera” en forma de revolución socialista. Como Lenin apuntaba en abril de 1914, “la unidad es una gran cosa y un gran slogan. Pero lo que necesita la causa de los trabajadores es la unidad de los marxistas, no la unidad entre los marxistas y los oponentes y distorsionadores del marxismo”.
Aun serían necesarios dos eventos históricos mundiales para la ruptura definitiva entre los auténticos marxistas y los viejos marcos organizativos, cambiando de forma radical nuestra comprensión de cómo alcanzar la unidad revolucionaria de la clase obrera. El 4 de agosto de 1914 los diputados del SPD traicionaron a la clase obrera, votando en el Reichstag los créditos de guerra para financiar la guerra imperialista que acababa de estallar. En octubre de 1917 los bolcheviques derrocaron a la burguesía rusa frente a la oposición del ala derecha del movimiento obrero ruso, los mencheviques y el ala derecha de los Social-Revolucionarios.
Se hizo evidente que la unidad política con las fuerzas comprometidas, abiertamente o no, en la conservación del orden burgués significaba la unidad con la clase capitalista contra la clase trabajadora. Alcanzar la unidad obrera contra la burguesía requiere que los marxistas ganen a una mayoría de la clase obrera a través de una encarnizada lucha política (y mediante una independencia organizativa) contra los reformistas y centristas. En 1919, la Tercera Internacional o Internacional Comunista se fundó sobre unas bases explícitamente revolucionarias.
Durante los primeros años de su existencia se dieron pasos para asegurar que reformistas y centristas no fueran admitidos en la Comintern. Unidas a la decepción por la infame traición de la Segunda Internacional, estas medidas se utilizaron por algunas tendencias ultraizquierdistas como argumento contra el trabajo con los socialdemócratas en cualquier forma.
Pero la unidad organizativa de los auténticos marxistas contra las tendencias no marxistas no impide la unidad en la acción con los reformistas y con otras corrientes políticas. Tras intensos debates, la Comintern abogó por el “frente unido”, concretamente por ese tipo de acción unitaria temporal sobre objetivos claros; por ejemplo, una huelga, una manifestación contra la guerra imperialista, impedir una movilización fascista, o una campaña de defensa de los presos políticos obreros. En un frente unido, los marxistas mantienen su propia organización política separada y no suspenden sus críticas a los demás participantes en el bloque. El frente unido es una oportunidad para los marxistas de demostrar en la práctica y mediante la propaganda que son ellos, y no los reformistas, los luchadores más consistentes por la causa proletaria.
Hay en la actualidad una moda de “iniciativas de unidad”, como Die Linke, Syriza, el NPA francés y una larga serie de intentos en Gran Bretaña, de los que Left Unity es la última manifestación. Van más allá de la unidad de acción, para intentar construir la unidad en torno a un programa mínimo común denominador y una propaganda común de grupos y de individuos que de hecho no comparten un programa. Esto es un retroceso respecto del modelo de partido de vanguardia de Lenin de ruptura con los reformistas. Los marxistas pueden trabajar en ese tipo de organizaciones en acciones comunes. En los raros casos en los que se da una clara trayectoria de izquierda y espacio para el debate político, podemos incluso entrar en ese tipo de formaciones, de cara a influenciar esa trayectoria (como hicimos en el Socialist Labour Party a mitad de los años 90). Pero nuestra perspectiva siempre es la de una lucha sin ataduras para ganar fuerzas revolucionarias, haciendo patente lo que la vía sin salida del reformismo representa para los trabajadores y los oprimidos.
En una manifestación contra las medidas de austeridad hace unas pocas semanas en Londres, me encontré con un camarada que me pidió que le explicara las tres razones más importantes por las que la Tendencia Bolchevique Internacional mantiene una existencia separada. Me gustaría terminar hoy respondiendo a esa pregunta, porque está muy relacionada con la cuestión clave que, como marxistas revolucionarios, debemos responder: ¿Qué programa necesitamos para derrocar el capitalismo?
1. El Estado
El capitalismo no puede reformarse de forma gradual: debe ser destruido. Mantenemos importantes diferencias políticas con aquellos que en la izquierda creen en una vía parlamentaria al socialismo, o que votan por el laborismo, en la creencia de que pueda ser “recuperado”. No buscamos la unidad con aquellos que creen que los cuerpos armados del Estado (policía, funcionarios de prisiones…) son parte del movimiento obrero. O con aquellos que llaman al Estado a prohibir las marchas fascistas (prohibiciones que luego son usadas inevitablemente contra la izquierda). O con aquellos que no están dispuestos a desafiar las leyes de castigo antisindicales, sino que ruegan que sean rechazadas a través de los canales legales. O con aquellos que toman o comparten poder en las administraciones capitalistas y participan en los presupuestos de austeridad, como Die Linke ha hecho en Berlín, el Green Party en Brighton [o Izquierda Unida en la comunidad de Andalucía].
2. Internacionalismo
Aquellos que en las guerras apoyan a su propia clase dirigente, o que se muestran neutrales ante los ataques capitalistas a las semicolonias no son amigos de la unidad obrera contra el capitalismo. Defendemos el derecho de las naciones a la autodeterminación, pero nos oponemos a los autodenominados socialistas que consideran las ideologías nacionalistas progresistas, en cierto modo, como muchos hacen ahora respecto a Escocia.
3. Independencia de la clase obrera
La clase obrera debe defender los derechos de todos los oprimidos, pero nosotros no compartimos ideologías tales como el feminismo, que llaman a la unidad de las mujeres por encima de las clases. No buscamos la unidad con aquellos que desean trabajar en colaboración con la burguesía, o que votan por coaliciones frentepopulistas entre la burguesía y las organizaciones obreras. Equivocarse en esta cuestión no es ninguna tontería, y ha llevado en numerosas ocasiones a derrotas sangrientas como la de España en los años 30, o Chile en los años 70. Trotsky la describió como “la principal cuestión de la estrategia de la clase obrera en la época actual”.
Necesitamos unidad: unidad de la clase obrera bajo el liderazgo de un partido basado en un programa como el que hemos descrito, para que la clase obrera use este programa para tomar el poder. El largo camino hasta ese punto supondrá muchos episodios de unidad en la acción, pero también requerirá que los marxistas rechacen la unidad con aquellas políticas contrarias a los intereses históricos de la clase obrera.