Venezuela: Estado y Revolución

¡Por una Federación Socialista de América Latina!

Traduccion de 1917 No. 28, 2006


América Latina tiene la diferencia de ingresos más amplia del mundo, con más de un centenar de millones de personas forzadas a sobrevivir a duras penas con menos de dos dólares al día, según los “Indicadores de Desarrollo del Mundo” emitido por el Banco Mundial en el 2005. La austeridad y los programas de privatización dictados por el FMI han asolado la región durante décadas. “Ninguna otra región en desarrollo se [ha] movido más rápido para vender las empresas estatales”, escribió Newsweek (5 de julio de 2005), señalando que: “A finales de la década de 1990, América Latina representaba el 55 por ciento del total de ingresos provenientes de la privatización a través del mundo en desarrollo…..”.

La campaña de los financieros imperialistas para limitar el “sector estatal” y privatizar los servicios públicos de agua, electricidad y gas se racionaliza con afirmaciones cínicas de que la pobreza extrema de la región requiere un aumento en la penetración del capital extranjero. De hecho, las recetas de austeridad del FMI, destinadas a crear oportunidades de inversión lucrativas para las empresas imperialistas, han llevado a la disminución de los niveles de vida dondequiera que se han impuesto.

“El neoliberalismo” ha encendido la resistencia popular masiva en toda América del Sur. En junio de 2005, Bolivia se tambaleó al borde de la guerra civil cuando las masas protestaron en demanda de la retracción de la privatización de 1996 del petróleo y de los depósitos de gas del país. Pero el opositor de más estatura del “Consenso de Washington” es el carismático presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuya administración ha buscado la movilización de millones de trabajadores y campesinos pobres bajo la bandera de una “Revolución Bolivariana”. Los Bolivarianos, llamados así por Simón Bolívar, el líder de la rebelión del siglo 19 contra el colonialismo español, han sido blanco de una campaña sostenida de intimidación y subversión, hasta ahora sin un éxito espectacular, de la clase dominante venezolana en colaboración con las diversas agencias de su jefe supremo norteamericano.

Muchos izquierdistas están entusiasmados con las charlas del líder venezolano de “ir más allá del capitalismo” y de construir el “socialismo del siglo 21.” Ellos esperan fervientemente que Chávez sea capaz de utilizar su posición en la cúspide del Estado venezolano para dar un golpe demoledor a las fuerzas de la reacción, e impulsar a Venezuela hacia una nueva dirección revolucionaria. Pero esto es una ilusión peligrosa, pues, como observó Carlos Marx después de la derrota de la Comuna de París en 1871, “la clase obrera no puede simplemente apoderarse de la maquinaria estatal [capitalista] ya hecha, y manejarla para sus propios fines.”

Algunos “marxistas” activos en el movimiento obrero de Venezuela han abandonado este axioma fundamental. Los seguidores de Ted Grant y Alan Woods en el Comité para una Internacional Marxista (CMI, también conocido como la Tendencia Marxista Internacional) han denunciado a los “sectarios” y “formalistas”, que “constantemente se refieren a definiciones y a citas de los clásicos marxistas (“Debemos aplastar el viejo estado “, etc), que en sus manos se transforman de declaraciones científicas en clichés vacíos o en conjuros religiosos” (Marxist.com, 4 de mayo de 2004). El CMI ciertamente no puede ser acusado de adherirse—religiosamente o de otra manera—a los principios fundamentales del Marxismo. Pero esto no cambia el hecho de que la revolución socialista en Venezuela, como en cualquier otra parte, requiere la destrucción del estado burgués y su sustitución por instituciones comprometidas con la defensa del poder de los trabajadores.

Clase y Estado en Venezuela

La sociedad venezolana ha sido moldeada por su relación con el coloso imperialista del norte. El descubrimiento de enormes reservas de petróleo durante la primera guerra mundial, en los albores de la edad del automóvil, incrementó enormemente la importancia estratégica de Venezuela, y hoy es el quinto mayor exportador de petróleo del mundo. El petróleo representa aproximadamente un tercio del producto interno bruto del país (PIB) y más del 80 por ciento del total de sus ingresos por exportaciones. Como resultado del auge petrolero de la década del 1970, Venezuela es hoy una sociedad muy urbanizada, con el 87 por ciento de su población viviendo en pueblos y ciudades. La mitad de la fuerza laboral está empleada en la economía “no oficial” concentrada en las extensas barriadas pobres, mientras que la agricultura contribuye sólo en un seis por ciento al PIB. Dos tercios de los alimentos del país tienen que ser importados.

El 1 º de enero de 1976, el gobierno de Carlos Andrés Pérez nacionalizó la industria petrolera de Venezuela y creó la empresa de propiedad estatal Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA). Esto aumentó la asignación de los ingresos del petróleo al gobierno, pero la dirección de estas instalaciones petroleras recientemente nacionalizadas no cambió, y, en consecuencia, las grandes empresas petroleras internacionales continuaron obteniendo crudo venezolano con un descuento sustancial. En la década de 1980, PDVSA comenzó a adquirir activos en el exterior en la refinación, la distribución y la comercialización, incluida la cadena de gasolineras Citgo en los EE.UU. En la década de 1990, la industria petrolera de Venezuela se abrió de nuevo a los inversionistas extranjeros. Hoy día, alrededor de una cuarta parte de la producción es controlada por las empresas extranjeras (Venezuelan Politics in the Chávez Era (La política venezolana en la era de Chávez), Steve Ellner y Daniel Hellinger, ed., 2003).

Otra recurso de control imperialista es la deuda externa del país, que, según el “Informe sobre el Desarrollo Mundial,” del 2005 emitido por el Banco Mundial, fue de más de $32,5 mil millones en 2002 (aproximadamente un tercio de la renta nacional bruta). Gran parte de esto fue acumulado en el decenio de 1970:

“La deuda externa aumentó de $ 1,2 mil millones en 1973 a $ 11 mil millones en 1978. Sumas astronómica fueron devoradas por los proyectos faraónicos. Se hicieron tratos multimillonarios violando la ley y la constitución. Una gran cantidad de dinero se utilizó para alimentar redes clientelares y beneficiar esencialmente al capital financiero, cuyos principales representantes ocupaban importantes cargos en el aparato estatal. ”
—Frédéric Lévêque, Red de Información y Solidaridad con América Latina (RISAL), 17 de mayo de 2004

Los “oligarcas” venezolanos, cuya situación social y poder político se basa en sus propiedades en la industria, el transporte, la banca y los medios de comunicación, están unidos por mil hilos a los centros del capital financiero imperial. Sus primos rurales, los grandes propietarios de tierras, dominan el campo. Seth DeLong, un investigador principal del Consejo sobre Asuntos del Hemisferio, con sede en Washington, estima que, pese la reforma agraria de 1960, hoy “aproximadamente del 75 al 80% de la tierra en manos de la propiedad privada es poseída por el 5% de los propietarios” (Venezuelanalysis.com, 25 de febrero de 2005). El parasitismo de la minúscula clase dominante de piel clara de Venezuela se ha racionalizado tradicionalmente por el racismo—la supuesta superioridad de los “europeos” sobre las masas de negros, indios y mestizos—y santificado por los reaccionarios oscurantistas de la Iglesia Católica.

Del ‘Caracazo’ a la ‘Revolución Bolivariana’

Una combinación de la caída de los precios del petróleo y del rápido aumento de la deuda produjo una grave crisis fiscal en el decenio de 1980, provocando al gobierno de Carlos Andrés Pérez a responder con la austeridad y “ajustes estructurales” dictados por el FMI. El primer paso fue el de liberalizar los precios de los combustibles. En la mañana del 27 de febrero de 1989, cuando la gente al ir al trabajo descubrió que el precio del pasaje de los autobuses urbanos se había duplicado de la noche a la mañana, explotó en ira:

“Los autobuses fueron volteados y quemados, pero esto fue sólo la etapa inicial de la revuelta. En cuestión de horas la rebelión se generalizó, desarrollándose el pillaje y la destrucción de tiendas y supermercados. Pandillas de jóvenes de los suburbios, pobres y enojados, invadieron el centro comercial de Caracas y se trasladaron a las zonas residenciales privilegiadas de los ricos en las laderas del Monte Avila, cerca del centro de la ciudad. Los disturbios y el saqueo continuaron sin control durante toda la noche y el día siguiente. Se convirtió en una poderosa y prolongada rebelión—que fue llamada el Caracazo—a la que rápidamente siguieron días de brutal represión militar.”
In the Shadow of the Liberator (A la Sombra del Libertador), Richard Gott, 2000

El ejército abatió unas 3,000 personas, pero no pudo sofocar los disturbios. A partir de ese momento los mecanismos tradicionales de control social comenzaron a deteriorarse. De repente formaciones nacionalistas de izquierda, como el Movimiento al Socialismo (MAS) y La Causa Radical (ambas ramas del Partido Comunista de Venezuela), comenzaron a crecer rápidamente. La disidencia popular encontró su expresión incluso en el cuerpo de oficiales de Venezuela cuando, en febrero de 1992, un grupo de oficiales en torno al Coronel Hugo Rafael Chávez Frías hizo un fallido intento por derrocar a Pérez y anular su agenda “neoliberal”. Nueve meses más tarde intentaron, y fallaron, de nuevo. Chávez fue a la cárcel prometiendo a sus partidarios que su proyecto estaba retenido sólo “por ahora”.

En 1994, cuando Rafael Caldera Rodríguez, que antes había estado en el poder de 1969 a 1974, fue reelegido presidente, de inmediato revirtió algunas de las medidas menos populares de Pérez, nacionalizó algunos bancos insolventes e indultó a Chávez. Las credenciales de Caldera como populista se resaltaron aún más, cuando a un representante del MAS se le dio un cargo en el Gobierno. Sin embargo, el nuevo gobierno no pudo darle un vuelco a la economía, y en abril de 1996, Caldera estuvo de acuerdo con otro programa de ajuste estructural del FMI. Entre 1993 y 1999 los salarios reales cayeron en picada, la tasa de sindicalización se redujo a la mitad (a sólo 13,5 por ciento), el desempleo se duplicó (de 6,3 a 14,9 por ciento) y la economía “informal” se expandió. Según el Banco Mundial:

“[El] porcentaje de venezolanos que viven en la pobreza (ingresos del hogar de menos de 2 dólares al día) ha aumentado del 32,2 por ciento en 1991 al 48,5 por ciento en el 2000. Del mismo modo, la proporción de los que viven en la extrema pobreza—menos de 1 dólar diario—pasó del 11,8 por ciento al 23,5 por ciento. “—”Venezuela, Resumen del País”, Banco Mundial, agosto de 2004

A medida que los pobres eran cada vez más pobres, la riqueza de los ricos crecía a un ritmo constante: “La cuota de ingresos de la población más pobre, el 40%, se redujo del 19,1 por ciento en 1981 al 14,7 por ciento en 1997, mientras que la del decilio más rico aumentó del 21,8 al 32,8 por ciento”(Venezuelan Politics in the Chávez Era (La política venezolana en la era de Chávez), Steve Ellner y Daniel Hellinger, ed., 2003).

En marzo de 1994, tan pronto como salió de la cárcel, Chávez comenzó a organizar una alianza de “militares y civiles”, el Movimiento Quinta República (MVR), que participó en el “Polo Patriótico”, un bloque de partidos que se comprometieron a liberar a Venezuela de la corrupción y la servidumbre neocolonial. Como candidato presidencial del Polo Patriótico en las elecciones de diciembre de 1998, Chávez recibió el 56 por ciento de la votación:

“Chávez fue elegido a finales de 1998 sobre la base de tres promesas: primero, desbaratar el sistema político anterior de Venezuela, conocido como “puntofijismo”, llamado así por la localidad, Punto Fijo, lugar en el cual los demócrata cristianos (Copei) y los socialdemócratas (Acción Democrática) firmaron un acuerdo para limitar el sistema político de Venezuela a una competencia entre estos dos partidos. Segundo, Chávez prometió acabar con la corrupción. Y en tercer lugar, Chávez se comprometió a aliviar la pobreza en Venezuela.”
—Gregory Wilpert, Venezuelanalysis.com 11 de noviembre de 2003

Pocos meses después de ser electo, la propuesta de Chávez de convocar una asamblea constituyente ganó por abrumadora mayoría. Sus partidarios barrieron en las elecciones de la asamblea de julio de 1999, donde procedieron a redactar una nueva constitución en la que se declaró a Venezuela como un “Estado democrático y social de derecho y de justicia.” Cuando este documento fue ratificado por el 70 por ciento de los votantes en el referéndum de Diciembre de 1999, nació la nueva “República Bolivariana de Venezuela”. Siete meses más tarde, en julio de 2000, Chávez fue elegido como su primer presidente.

Las relaciones eran tensas entre los puntofijistas y los Bolivarianos dentro del aparato estatal. Los que habían servido en el antiguo régimen no confiaban en Chávez, que no parecía estar interesado en absoluto en utilizar su posición para lograr ventajas personales (una característica que muchos de su círculo no comparten). Muchos veteranos se preocupaban de que las denuncias Bolivarianas de la pobreza y la “globalización” pudieran agitar a las masas empobrecidas. Ellos se sintieron alarmados cuando Chávez asignó a los mandos militares leales la supervisión de la administración pública:

“Los militares están por todas partes,” me explicó un alto asesor económico. ‘A veces parece como si hubiera un proyecto secreto que no conoces. Es realmente un partido militar. En algunos de los ministerios, se dá el caso de un doble poder.’”
—Gott, op.cit.

Washington sospechaba igualmente de las intenciones Bolivarianas. Para tranquilizar a los imperialistas, el gobierno se comprometió a no tocar las inversiones extranjeras, a pesar de que, según Gott, Chávez trató de evitar la responsabilidad personal por esta medida estando fuera del país cuando se anunció la misma.

A pesar de las vehementes denuncias del “neoliberalismo”, el gobierno bolivariano propuso privatizar las empresas de propiedad estatal de la electricidad y del aluminio, mientras conservaba el control de PDVSA. En su discurso inaugural, Chávez detalló el plan económico de su gobierno:

“Nuestro proyecto no es ni estatista ni neoliberal; estamos explorando el terreno intermedio, donde la mano invisible del mercado se une con la mano visible del estado: tanto estado como sea necesario, y tanto mercado como sea posible.”
Ibíd.

Si bien continuó proclamando su compromiso con la justicia social, el gobierno venezolano prosiguió realizando los pagos programados de su deuda externa y, en un evidente intento de tranquilizar a los reaccionarios, Chávez volvió a nombrar a Maritza Izaguirre como ministra de finanzas—a pesar de que, bajo la administración de Caldera, ella introdujo muchas de las medidas impopulares denunciadas por los Bolivarianos.

Pero, a pesar de las políticas económicas conservadoras del gobierno, su base popular fue fortalecida con la convicción de que el presidente estaba de su lado. En noviembre de 2001, la tensión entre los Bolivarianos y los puntofijistas alcanzó un punto crítico cuando Chávez, en un intento de apuntalar su popularidad que se deterioraba, impulsó a través de 49 decretos el cumplimiento de algunas de sus anteriores promesas. Uno de estos limitaba el control extranjero de la industria petrolera y duplicaba las regalías debidas al gobierno. La oposición de derecha respondió acelerando sus planes de derrocar al régimen.

Mientras que unos pocos capitalistas venezolanos trataron de llegar a un modus vivendi con Chávez, la mayor parte de la burguesía, y gran parte de la pequeña burguesía, eran hostiles en forma virulenta. La vendida burocracia sindical de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), explotando demagógicamente algunas legítimas quejas de su base, tomó partido del lado de la patronal en contra de Chávez. Algunos de los más corruptos y cínicos elementos de la izquierda, en particular los degenerados estalinistas del antiguo grupo de la Bandera Roja a favor de los albaneses, también lanzaron su apoyo en favor a la oposición pro-imperialista “democrática”. El 10 de diciembre de 2001, la CTV, con el apoyo de Fedecámaras (la asociación de empleadores) y la dirección de PDVSA, llevó a cabo una huelga de un día para protestar contra los decretos emitidos por Chávez el mes anterior. Chávez respondió en febrero de 2002 despidiendo a los principales directores de PDVSA, un acto que desencadenó un golpe respaldado por Estados Unidos dos meses más tarde.

La Fundación Nacional para la Democracia (NED) de EE.UU., que canalizó los fondos de la CIA a la contra nicaragüense en la década de 1980, había estado durante mucho tiempo financiando la burocracia de la CTV a través de la AFL-CIO perversamente titulada “Centro Americano para la Solidaridad Laboral Internacional” (ACILS, alias “Centro de Solidaridad”), encarnación contemporánea del infame Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre. Entre 1997 y 2002, la NED le aportó oficialmente a ACILS 700,000 dólares para la subversión en Venezuela (Monthly Review, mayo de 2005). No fue casual que el presupuesto de la NED en Venezuela se cuadruplicó en el período inmediatamente antes del golpe de abril de 2002. Entre otras cosas, patrocinó una conferencia de los burócratas de la CTV, funcionarios de Fedecámaras y miembros de la jerarquía católica en Marzo de 2002 para discutir las perspectivas y las prioridades del futuro del país.

Golpe de Abril de 2002: Fabricado en los EE.UU.

El 11 de abril de 2002, elementos de los militares venezolanos detuvieron a Chávez, y el jefe de Fedecámaras Pedro Carmona se proclamó a sí mismo Jefe de Estado. Carmona inmediatamente anuló la Constitución, disolvió el parlamento, suspendió la Corte Suprema de Justicia, revocó la totalidad de los decretos de Chávez y comenzó a recoger a los principales Bolivarianos. Con consumado cinismo anunció: “Todo el mundo sentirá que existe mucha libertad, pluralismo y respeto por el estado de derecho” (Associated Press, 12 de abril de 2002). Carmona recibió el apoyo de los medios, de gran parte de los intelectuales y del cuerpo de oficiales, de la Iglesia Católica y, por supuesto, de los grandes capitalistas y terratenientes. Su régimen fue inmediatamente reconocido por Washington, Madrid, y el FMI, pero ningún gobierno de América Latina tuvo el deseo de apoyar el derrocamiento, orquestado por los EE.UU., de un gobierno electo de la región. Nunca hubo dudas serias acerca de la participación de Norteamérica:

“Las [v]isitas de los venezolanos que tramaban el golpe, incluido el propio Carmona, comenzaron, dicen las fuentes,’hace varios meses’, y continuaron hasta semanas antes del golpe del pasado fin de semana. Los visitantes fueron recibidos en la Casa Blanca por el hombre al que el Presidente George Bush le dio la tarea de ser su político clave para América Latina, Otto Reich.

“Reich es un Cubano Americano del ala derecha que, bajo el mando de Reagan, dirigió la Oficina de Diplomacia Pública. Esta oficina, en teoría, rendía cuentas al Departamento de Estado, pero las investigaciones del Congreso demostraron que Reich le rendía cuentas directamente al Asistente para la Seguridad Nacional de Reagan, Coronel Oliver North, en la Casa Blanca. ”
Observer (Londres), 21 de abril de 2002

El ex oficial de la inteligencia naval de EE.UU. Wayne Madsen informó:

“‘La primera vez que oí hablar del teniente coronel James Rogers (el agregado militar asistente, trabajando ahora en la embajada de los EE.UU. en Caracas) iba para allá el pasado mes de junio para preparar el terreno,’ dijo ayer el Señor Madsen, un analista de inteligencia. “Algunos de nuestros agentes anti-narcóticos también participaron”.

“Él dijo que la marina se encontraba en la zona para realizar operaciones que no tenían relación con el golpe, pero que entendía que habían asistido con inteligencia de trasmisiones mientras éste se llevaba a cabo.

“El Señor Madsen también dijo que la marina ayudó apoyando a los militares venezolanos con la interferencia de comunicaciones, centrándose en las comunicaciones desde y hacia las misiones diplomáticas pertenecientes a Cuba, Libia, Irán e Iraq—los cuatro países que habían expresado su apoyo al Sr. Chávez- en Caracas.”
Guardian (Londres), 29 de abril de 2002

Aunque Carmona se mantuvo en el poder durante menos de 48 horas, encontró tiempo para reunirse con el embajador español y con el de EE.UU. El golpe fracasó cuando cientos de miles de partidarios de Chávez se concentraron en los exteriores del palacio presidencial de Miraflores para exigir su reposición, mientras que varios cientos de soldados leales, que se habían escondido en el sótano después de haber sido avisados del golpe, reaparecieron para detener a Carmona.

Algunos altos oficiales, que inicialmente habían estado junto a los golpistas, estaban tan consternados por las acciones dictatoriales del jefe de Fedecámaras durante su primer día en el cargo que le retiraron su apoyo. Esto puede explicar por qué, tan pronto como regresó, de inmediato Chávez trató de abrir un “diálogo” con sus enemigos de derecha, dio marcha atrás sobre algunas propuestas de reformas y anunció que mantendría en su lugar a la dirección de PDVSA. En lugar de calmarse, los derechistas vieron estas propuestas como un signo de debilidad y se inició una huelga nacional/cierre patronal para derrocar al gobierno de Chávez en diciembre de 2002. El cierre patronal contó con el apoyo de todos los grandes capitalistas y una minoría de trabajadores. El mismo infligió graves daños económicos, pero se vino debajo de spués de un par de meses. Esta vez Chávez fue menos conciliador, y de inmediato despidió a 18,000 de los participantes (incluidos los jefes de PDVSA).

La mayoría de la clase trabajadora y varios sindicatos importantes se opusieron activamente al cierre patronal:

“… en el proceso de recuperación de PDVSA, hubo muchas experiencias del control de los trabajadores, en particular en las refinerías de El Ilenadero de Yagüa, Puerto La Cruz y El Palito. En esta última, decenas de trabajadores trabajaron día y noche para contrarrestar el sabotaje económico. Y fue también la presión de los trabajadores la que obligó a […] Ferrari a abrir y distribuir gasolina.

“Experimentos similares tuvieron lugar en otras ramas de la industria. En medio del cierre patronal, los trabajadores ocuparon las empresas exigiendo su reapertura y el control directo de la producción por los trabajadores. Este fue el caso de Texdala, una fábrica textil en Maracay, y del Central Carora, un ingenio azucarero en el estado de Lara.
—Frédéric Lévêque, RISAL, 5 de junio de 2003

Tras el fracaso del cierre patronal, la oposición de derecha, que según el National Catholic Reporter (2 de abril de 2004) estaba recibiendo un millón de dólares al año de los EE.UU. para luchar contra Chávez, comenzó a recolectar firmas para un referendo revocatorio presidencial. La votación, que finalmente se celebró el 15 de agosto de 2004, le dió un golpe devastador a la oposición. Una eminente secuaz de los imperialistas, Maria Corina Machado (dirigente de Súmate, el grupo que encabezó la campaña de revocación) se enfrenta ahora a cargos criminales por el uso ilegal de fondos extranjeros para tratar de influir en el resultado del referendo. Como dando un aviso a Caracas, Machado fue invitada a la Casa Blanca en mayo de 2005 por George W. Bush.

La decisiva victoria de Chávez en el referéndum debilitó dramáticamente a la oposición. La posterior victoria de los candidatos a favor de Chávez en las elecciones regionales del 2004 llevó a la designación de una mayoría chavista en el Tribunal Supremo. Con la derecha en retirada, Chávez giró hacia la izquierda, al menos retóricamente, y en enero de 2005 en el Foro Social Mundial en Porto Alegre, declaró que de ahora en adelante su gobierno seguiría un programa “socialista”.

Muchos izquierdistas respaldaron a Chávez en el referéndum revocatorio sobre la base de que sus opositores eran reaccionarios. Pero votar “no” a las nuevas elecciones presidenciales equivalió a dar apoyo político al actual gobierno burgués, algo que los marxistas nunca pueden hacer. En esas circunstancias, sin ninguna posibilidad de expresar una clara alternativa proletaria, lo mejor que los trabajadores venezolanos con conciencia de clase pudieron hacer fue echar a perder sus papeletas de votación, a la vez que dejaron claro que estaban dispuestos a defender a Chávez, con las armas en la mano, contra cualquier ataque extralegal de la derecha o de sus padrinos imperialistas.

Reforma Social y ‘El Movimiento’

El gobierno de Chávez ha puesto en marcha una serie de significativos nuevos programas sociales (llamados “misiones”) que están prestando una importante asistencia a millones de pobres de Venezuela. La Misión Mercal estableció una cadena de supermercados para vender productos a precios subvencionados. La Misión Robinson, un programa de alfabetización en masa, ya ha enseñado a más de un millón de personas pobres a leer y escribir. La Misión Ribas ayuda a los que nunca se graduaron de la escuela secundaria a reanudar sus estudios, mientras que la Misión Sucre ofrece becas para estudiantes pobres para asistir a la universidad. La Misión Vuelvan Caras es un programa de capacitación a través del cual los graduados de la Misión Ribas y otros pueden aprender las habilidades necesarias para lograr empleos productivos, decentes.

El objetivo de la Misión Barrio Adentro es el de crear un sistema de atención de salud libre y universal. Ya 20,000 cubanos profesionales de la medicina han creado clínicas que proporcionan servicios de salud y de atención dental gratuitos para los pobres de las zonas urbanas y rurales. A cambio, Venezuela le está vendiendo petróleo a Cuba a precios muy por debajo de los del mercado internacional. La Misión Barrio Adentro II, iniciada en junio de 2005, está construyendo hospitales, así como instalaciones para los diagnósticos y la rehabilitación. Chávez ha anunciado planes para la Misión Barrio Adentro III, a fin de organizar la adquisición de modernos equipos médicos. En virtud de la Misión Milagro, Venezuela está enviando miles de pacientes, que de otro modo no podrían costearlo, a Cuba para ser operados.

Las misiones Bolivarianas, que son muy populares, han ayudado a sacar a millones de venezolanos pobres hacia la actividad política a través de su insistencia en la participación de la “base”. Gran parte de esto ha tenido lugar a través de los “Círculos Bolivarianos”, agrupaciones locales de entre siete y diez personas que ayudan a la inscripción de las personas en las “misiones” y, a continuación, las apoyan y supervisan su progreso. Los Círculos Bolivarianos, que tienen una relación cuasi independiente del Estado y que cuando alcanzaron su máximo alegaban tener dos millones de miembros activos, están decreciendo y son sustituidas por otras redes organizativas.

En febrero de 2002 el gobierno anunció que emitiría títulos de tierra a los habitantes de los barrios populares organizados en los comités por la tierra de entre 100 y 200 familias. Estos comités de tierras urbanas se han convertido en un pilar central de la “Revolución Bolivariana”:

“La reforma del suelo urbano está funcionando como un catalizador para la movilización de los barrios de Venezuela, a raíz del fracaso de los Círculos Bolivarianos… Ha llevado a la movilización de más de 5,000 comités por la tierra, lo que representa una población total de más de 5 millones de venezolanos, o el 20% de la población. Esto hace que los comités urbanos por la tierra sean el mayor movimiento social organizado de Venezuela.
—Gregory Wilpert, Venezuelanalysis.com 12 de septiembre de 2005

El gobierno también ha creado instituciones financieras en pequeña escala (por ejemplo, el Banco de la Mujer y el Banco del Pueblo) para proporcionar crédito barato a las pequeñas empresas y las cooperativas. La Unión Nacional de Amas de Casa, que se inició en 2003, es otro participante clave en los planes de “desarrollo endógeno”:

“’También tenemos gente que enseñan a las mujeres cómo desarrollar las cooperativas en las pequeñas empresas y el trabajo comunitario, ‘[Explicó Lizarde Prada, líder de Unión de Amas de Casa]. ‘Por ejemplo, si usted vive en un determinado barrio y tiene la materia prima, tales como el banano, puede usarla para una dulcería y utilizar el transporte local para su negocio. Todo esto va a generar más trabajo local.’ Hay diferentes cooperativas afiliadas a la Unión de Amas de Casa, algunas participan de la confección y distribución de alimentos, otras tienen que ver con textiles y confecciones”.
—Benjamin Dangl, ZNet, 27 de abril de 2005

Si bien mejora de la vida para muchos de los más pobres, este tipo de iniciativas ni siquiera comienza a abordar las raíces de la desigualdad social en el orden mundial imperialista. Chávez ha comenzado recientemente a hablar del “socialismo del siglo 21 “, pero las medidas propuestas hasta el momento no parecen ir mucho más allá del “Programa de Transición Económica” de 1999-2000, que prevé el desarrollo de “una economía humanista, autoadministrada y competitiva”, para el que:

“El telón de fondo es la organización social de la producción en la que el mercado, como mecanismo fundamental para la asignación de recursos y factores, incorpora formas organizativas complementarias de propiedad privada que, al igual que las cooperativas y las asociaciones estratégicas de consumidores y productores, fomentan una diversificación dinámica de la producción y añaden valor”.

Hay una contradicción profunda y fundamental entre los intereses de los que poseen y controlan los resortes económicos fundamentales—la burguesía venezolana y sus patrones imperialistas—y la masa de la población. En algunas circunstancias, a los capitalistas puede obligárseles a hacer concesiones; pero, siempre y cuando el estado burgués siga intacto, los beneficios de los trabajadores pueden ser fácilmente abolidos cuando la relación de las fuerzas cambia.

Límites de la Política Agraria Bolivariana

La supuesta “guerra contra el latifundio” ilustra los límites del experimento Bolivariano. Entre los 49 decretos que Chávez promulgó en noviembre de 2001, uno que particularmente enfureció a los oligarcas fue la creación del Instituto Nacional de Tierras (Instituto Nacional de Tierras, INTI), que se encargaría de poner en práctica una modesta reforma agraria. La ley impone un impuesto suplementario sobre las tierras donde más del 80 por ciento estén sin trabajar, y permite la expropiación, con indemnización completa—de tierras ociosas de “alta calidad de más de 100 hectáreas o de tierras de menor calidad de más de 5,000 hectáreas” (New Left Review, mayo-junio de 2003). Las tierras expropiadas se suponía que fueran entregadas a las cooperativas de campesinos. La reforma tenía el propósito de satisfacer el hambre de tierras de los campesinos pobres, modernizar el campo y aumentar la producción agrícola, promoviendo de este modo la “soberanía alimentaria” en Venezuela. Ricaurte Leonete, el jefe del INTI, señaló que no se trataba de una medida anti-capitalista: “Nuestros terratenientes no son ni siquiera capitalistas. Los capitalistas hacen uso de sus tierras… En Europa el capitalismo se deshizo de este tipo de comportamiento parasitario hace mucho tiempo” (citado en Le Monde Diplomatique, octubre de 2003).

Sin embargo, a pesar de los ataques retóricos ocasionales en contra de los hacendados parásitos, el régimen no tocó ninguna posesión de fincas por más de tres años. Mientras tanto, más de 100 dirigentes campesinos han sido asesinados por bandas armadas que trabajan en favor de los grandes propietarios de tierras. En algunos casos, las autoridades locales Bolivarianas están del lado de las élites rurales:

“Una cosa es cuando el enemigo es un gobernador de la oposición—como en los estados de Yaracuy, Apure y Carabobo—o un político del antiguo régimen. Sin embargo, en enero de 2002, en El Robal (Estado Cojedes), fue Jhonny Yánez Rangel, el que soltó los perros. El había sido electo como miembro del Movimiento Quinta República (MVR, el partido del presidente). ‘Él expulsó a los campesinos, y destruyó sus ranchos y sus equipos. Todo se perdió,’ dice Vásquez [un campesino sin tierra], enfurecido todavía con lo que pasó. ‘¿Cómo puede un gobernador revolucionario actuar en contra de la revolución?”
Le Monde Diplomatique, octubre de 2003

En enero de 2005, cuando el gobierno tenía menos deseos de concertar con los reaccionarios, Rangel envió a 200 soldados de la Guardia Nacional a la finca de 32,000 acres El Charcote (propiedad del multimillonario británico Lord Vestey) donde varios centenares de campesinos sin tierra habían estado ocupándola ilegalmente durante años. El Washington Post (14 de enero de 2005) se aprovechó de esto inmediatamente, titulándolo un “asalto a la propiedad privada” que probaba que Chávez “está socavando los cimientos de la democracia y la libre empresa.” Los medios de comunicación europeos lo trataron menos histéricamente. La BBC describió el anuncio de Chávez de que se aceleraba la reforma agraria como “más reducida de lo que muchos esperaban”, y la Radio de los Países Bajos señaló:

“Aunque el Presidente Hugo Chávez, una vez habló de una ‘guerra contra las fincas’, el gobierno ahora evita cuidadosamente usar la palabra ‘confiscación’. Dice que se trata simplemente de ‘recuperar’ la tierra que, aunque siempre ha sido un ‘bien público’, fue dudosamente ‘ocupada’ por propietarios privados y empresas.”
—Radio Netherlands 15 de marzo de 2005

La discrepancia entre el fuerte discurso sobre “la guerra a los latifundios”, y las tímidas medidas realmente adoptadas se hace más evidente por los últimos intentos del régimen de “coordinar” con los propietarios de tierras para llegar a acuerdos negociados y por su resistencia a apoyar las ocupaciones campesinas. A pesar de toda su retórica radical, Chávez está muy consciente de que una verdadera revolución agraria que desarraigue a los grandes propietarios de tierra, también amenaza inevitablemente a la propiedad capitalista en las ciudades. En los últimos años, con el fin de apaciguar a los pobres del campo sin ofender a los ricos terratenientes, el régimen ha estado parcelando las tierras de propiedad estatal, entregando más de dos millones de hectáreas a 130,000 familias y cooperativas agrícolas. Al hacer esto, la acción del gobierno incrementa la influencia del mercado capitalista y mantiene la influencia de los grandes terratenientes.

Chávez y los trabajadores sindicalizados

El gobierno de Chávez ha aumentado el salario mínimo en varias ocasiones—incluyendo un alza del 26 por ciento en mayo de 2005 (aproximadamente igual a la tasa anual de inflación) —y al mismo tiempo ha hecho más difícil para los empleadores el despido de los trabajadores. Estas medidas, que son aplicables sólo a la mitad de la fuerza de trabajo que está empleada por la economía “oficial”, han hecho más fácil la sindicalización de los trabajadores.

Cuando Chávez llegó al poder, la principal federación sindical era la muy burocratizada CTV, que estaba tradicionalmente integrada estrechamente con la Acción Democrática, autodescrita como “socialdemócrata”, que sostenía al régimen puntofijista. En marzo de 2000, Chávez declaró ilegal una huelga de los trabajadores de PDVSA por mejores salarios y condiciones de trabajo, y exigió que se eligiera una nueva directiva del sindicato antes de que las negociaciones pudieran continuar. Para no cumplimentar esto, los que encabezaban el sindicato suspendieron la acción. Sin embargo, siete meses más tarde, en octubre, 30,000 trabajadores del petróleo se declararon en huelga de nuevo, y después de cuatro días le arrancaron un aumento del 60 por ciento del pago a la dirección de PDVSA. Esta vez el gobierno no trató de intervenir, ya que los sindicatos que representan a más de un millón de empleados del sector público declararon su intención de ir a la huelga en solidaridad (BBC News Online, 15 de octubre de 2000).

En 2001, en un intento por romper el dominio de la burocracia de la CTV, el gobierno decretó que todos los sindicatos habían de celebrar elecciones de inmediato. Aunque la intervención de Chávez en el movimiento sindical fue popular con muchos trabajadores frustrados por los lideres corruptos de la CTV, los marxistas, como cuestión de principio, se oponen a cualquier intromisión del gobierno capitalista en los sindicatos. Aquellos que confían en el estado burgués para luchar contra la corrupción sólo debilitan al movimiento obrero. Cuando los burócratas de la CTV lograron ganar la votación, los partidarios de Chávez se separaron y fundaron la Unión Nacional de Trabajadores (UNT) en abril de 2003. Desde entonces, la UNT ha crecido rápidamente, y actualmente representa a la gran mayoría de los trabajadores del sector público y la mitad de los que están en el sector privado.

Esos izquierdistas que quieren ver a Chávez como un revolucionario socialista han sido alentados por la reciente nacionalización de varias empresas. Alan Woods, dirigente del Comité por una Internacional Marxista, declaró:

“El hecho de que el Presidente Chávez ha hecho declaraciones públicas a favor del socialismo es una indicación más clara de hacia donde se mueve la Revolución Bolivariana. La nacionalización de Venepal, y ahora también de CNV, confirma esta dirección. Aquellas personas que nos criticaban por apuntar que la revolución bolivariana tendría que tomar el camino socialista o fracasar, han demostrado estar completamente equivocados.”
—Marxist.com 10 de junio de 2005

La nacionalización en Enero de 2005, de la fábrica de papel de Venepal (que había entrado en bancarrota como consecuencia de la participación de su propietario en la “huelga general” de los jefes en el 2002-2003) sólo se produjo después de que varios cientos de trabajadores, en respuesta a su cierre en septiembre de 2004, ocuparon el molino y reanudaron la producción. Chávez no pretendía que esto representara un paso hacia el socialismo: “La expropiación de Venepal es una excepción, no una medida política, ni gubernamental. No vamos a tomar la tierra, si es suya es suya. Pero la empresa que esté cerrada y abandonada, vamos a ir por ella. Por todas ellas” (Venezuelanalysis.com, 20 de enero de 2005). Sólo en diciembre de 2004, luego de que la empresa se había declarado oficialmente en bancarrota, fue que el gobierno la nacionalizó, y sólo después de pagar a los propietarios el valor total de la misma en el mercado. En abril de 2005 el gobierno también se hizo cargo de la Constructora Nacional de Válvulas (CNV), que también había sido cerrada por su propietario (el ex presidente de PDVSA Andrés Sosa Pietri). En este caso también, las autoridades Bolivarianas actuaron sólo después de que unos 60 ex empleados de CNV ocuparon la fábrica.

El gobierno ha anunciado planes para la conversión de otras empresas en quiebra, así como algunas empresas privadas “co-dirigidas” por los empleados, en Empresas de Producción Social (EPS):

“Ejemplos de empresas que deben convertirse en EPS son Cadafe (la compañía eléctrica), Hidroven (la compañía de agua), el Metro, Conviasa (la aerolínea estatal). La empresa petrolera PDVSA propiedad del estado es una empresa que ya ha hecho la transición de empresa capitalista a empresa de producción social,” dijo Chávez….

“Las expropiaciones para hacer avanzar este programa, sin embargo, serían sólo un último recurso. En primer lugar se intentará llegar a acuerdos con los actuales propietarios de las empresas, para que éstas se reabran como empresas de producción social con apoyo gubernamental. Se podrá llegar a acuerdos, ‘siempre y cuando los propietarios estén dispuestos a mejorar la empresa, a promover la participación de los trabajadores, e involucrarlos en la distribución de los productos, así como para que sean partícipes de los beneficios [de la empresa]’, dijo Chávez.”
—Venezuelanalysis.com, 18 de julio de 2005

A pesar de los deseos ilusorios de algunos izquierdistas, la realidad de la “gestión conjunta” de los trabajadores con los empresarios no tiene nada que ver con el socialismo:

“Los trabajadores de Cadafe, la empresa estatal de electricidad que proporciona el 60 por ciento de la electricidad en Venezuela, empezó a impulsar la cogestión poco después que Chávez fue elegido en 1998. En 2002, poco después del golpe de abril, Cadafe comenzó oficialmente la transición a la cogestión. Pero tres años después, el rol de los trabajadores en el proceso de toma de decisiones todavía está limitado a dos asientos en un comité de cinco miembros—que no es más que un grupo que puede hacer recomendaciones al presidente de la empresa, pero éste no está en la obligación de hacer caso de ellas. Después de dar a la gerencia estatal la oportunidad de poner en práctica una verdadera cogestión, los trabajadores de Cadafe, encabezados por la federación sindical Fetraelec, organizaron una serie de protestas expresando su impaciencia. Es una estrategia difícil, porque la mayoría de estos trabajadores son firmes partidarios del Presidente Chávez, pero sus protestas están dirigidas necesariamente contra el Ministerio de Energía—la entidad estatal encargada de Cadafe”.
Monthly Review, junio de 2005

El mejor ejemplo de una historia de cogestión “exitosa” es el caso de Alcasa, un complejo de aluminio de propiedad estatal ubicado en la ciudad industrial de Puerto Ordaz, donde los consejos departamentales están autorizados a discutir el “presupuesto participativo” de la empresa. En abril de 2005, los 2,700 empleados de la planta tuvieron la oportunidad de elegir a dos de los cinco directores de la empresa. El presidente de Alcasa, Carlos Lanz, un ex líder guerrillero, sugirió: “Este es un caso en que los trabajadores controlan la fábrica y por eso es un paso hacia el socialismo del siglo XXI” (BBC News Online, 17 de agosto de 2005). En realidad, esta es simplemente una manera de aumentar la productividad acelerando el ritmo, algo por lo que siempre abogará la gerencia:

“‘Los directores y los trabajadores están gestionando este negocio juntos’,dijo [el trabajador de Alcasa, Pedro] Gómez, por encima del ruido retumbante de carretillas elevadoras y el zumbido de los ventiladores industriales, goteándole el sudor por el rostro debido al calor de la plataforma de colada. ‘Es para nosotros una nueva motivación para trabajar duro.’”
New York Times, 3 de agosto de 2005

La dirigencia sindical Bolivariana está feliz en replantear el “socialismo” para que se corresponda con la política de cogestión del régimen. Las dos principales consignas de la UNT para el 1ro. de mayo de 2005 eran: “La cogestión es revolución” y “Los trabajadores venezolanos están construyendo el socialismo Bolivariano” (Green Left Weekly, 11 de mayo de 2005). Una visión del “socialismo” como una economía de mercado descentralizada en la que los trabajadores pueden consultar conjuntamente con la gerencia las decisiones y en el que el estado proporciona amplios programas sociales, pueden ser fuente de inspiración para muchos venezolanos, pero la idea de crear un capitalismo con conciencia social, humano y dirigido por los trabajadores es una fantasía pequeño burguesa irrealizable.

El camino hacia el seudo socialismo bolivariano comienza con una financiación pública para salvar a los capitalistas que han llevado a sus empresas a la quiebra, y continúa, si todo va bien, con la transformación de los empleados en pequeños propietarios-operadores:

“Alexix Ornevo, ex miembro de la junta directiva del ahora desaparecido sindicato de Venepal y actual miembro de la Dirección de Invepal [el nuevo nombre de la nacionalizada Venepal], señaló que, dado que ya no tenían jefes, ya no necesitan un sindicato, puesto que los trabajadores estaban ahora agrupados en una cooperativa (Covimpa) para hacer funcionar la empresa. Y como una cooperativa, Ornevo se apresuró a señalar, obtuvieron varios beneficios, entre ellos la desgravación constitucional para no pagar impuestos. También, gracias a la Constitución Bolívariana de 1999, Covimpa—que en la actualidad es propietaria del 49 por ciento de las acciones de Invepal—tiene derecho por ley a incrementar su participación hasta el 95 por ciento.”
Monthly Review, junio de 2005

Las cooperativas que sobreviven y prosperan eventualmente conseguirán suficientes acciones en el mercado para sacar a sus competidores fuera del negocio. En ese momento, ellos querrán la oportunidad de ampliar sus operaciones mediante la absorción y la reorganización de las cooperativas menos rentables, y sin duda, esperarán recibir una parte de los futuros ingresos como retribución a su experiencia. Los miembros de las cooperativas más exitosas podrían darse cuenta que la gestión de sus diversos negocios les deja poco tiempo para trabajar. Con el paso del tiempo, una parte cada vez mayor de sus ingresos vendrá de los dividendos (beneficio basado en las acciones). Esto no es socialismo, por supuesto, sino capitalismo, aunque durante un tiempo se disfrace bajo la ilusión de un capitalismo venezolano único, armonioso y compasivo. El auténtico socialismo comienza con la expropiación de la clase capitalista en su conjunto, la destrucción del aparato represivo del Estado y la creación de nuevas instituciones económicas basadas en el principio de la planificación y la cooperación, no de la competencia impulsada por las ganancias.

Bonaparte Bolivariano

Si bien Chávez ha derrotado a la oposición en cada enfrentamiento político hasta la fecha (y en la actualidad cuenta con el apoyo de una clara mayoría de la población), los capitalistas retienen la posesión de los principales medios de producción, comunicación y transporte; el aparato estatal sigue estando esencialmente intacto, y están conscientes de que en cualquier confrontación importante pueden contar con el apoyo de otros regímenes burgueses en la región, respaldados por la superpotencia imperialista del norte. La ambivalencia demostrada por los militares venezolanos hasta la fecha es atribuible, al menos en parte, al hecho de que hay más oficiales provenientes de las capas sociales más humildes que en el resto de América Latina.

Incluso los partidarios de Chávez están escépticos acerca de su confuso discurso nacional izquierdista, de “menos capitalismo y más socialismo” (ZNet, 10 de abril de 2005) como si fueran dos puntos de un continuo, determinados por el porcentaje de la economía que es de propiedad pública. En realidad se trata de dos órdenes sociales mutuamente antagónicos separados por una revolución o contrarrevolución, es decir, la guerra civil. En una encuesta de opinión realizada en 2005 por una empresa que no se considera simpatizante de Chávez, se encontró que más del 70 por ciento de los venezolanos manifestaron una amplia aprobación al presidente y un 35 por ciento dijeron que ellos querían que el gobierno estableciera el socialismo, mientras que otro diez por ciento estaba indeciso. Sin embargo, menos del 20 por ciento de los partidarios de Chávez estima que estará en condiciones de construir una sociedad socialista (Venezuelanalysis.com, 3 de mayo de 2005).

Chávez se ha afanado en alabar a “Jesucristo, uno de los mayores revolucionarios… el verdadero Cristo, el Redentor de los pobres” (ZNet, 10 de abril de 2005). En julio de 2005, el líder bolivariano afirmó: “En la historia de Venezuela nunca ha habido un gobierno que ha estado más cerca de los principios del cristianismo que éste” (Vheadline.com, el 14 de julio de 2005). De hecho, el “principio” fundamental del gobierno de Chávez es el bonapartismo—un término que indica un gobierno “fuerte” que parece flotar por encima de los conflictos de las clases sociales en competencia, pero que en realidad se balancea precariamente entre ellas.

Con el fin de mantener un espacio para maniobrar, Chávez, en ocasiones, ha encontrado conveniente prescindir de la “democracia participativa”, que se supone caracteriza a la revolución bolivariana:

“En respuesta a la creciente movilización exigiendo elecciones primarias para los candidatos regionales [dentro de la coalición chavista], la posición de Chávez ha sido una sorpresa para muchos. El mes pasado, declaró “Ya hemos anunciado los candidatos, y estos son los candidatos. Los que no desean la unidad pueden unirse a los escuálidos (la oposición).” Sin embargo, dado que todos esos candidatos fueron designados por un comité nacional dominado por el partido gobernante, el Movimiento V República (MVR), el resultado ha sido una fuerte oposición en muchas comunidades que están exigiendo que el gobierno actúe de conformidad con su retórica participativa.”
—Venezuelanalysis.com, 17 de octubre de 2004

Los candidatos para las elecciones a la Asamblea Nacional de diciembre de 2005, de la coalición “Grupo para el Cambio” pro-Chávez, también fueron elegidos por el “Comando Táctico Nacional”, en lugar de serlo por el nivel local.

El comportamiento bonapartista de Chávez parece derivarse de un deseo de mejorar las condiciones de los pobres y los oprimidos sin violar la propiedad capitalista. Sin embargo, los intereses fundamentales del proletariado y la burguesía están irreconciliablemente contrapuestos, y a pesar de su retórica socialista, Chávez está muy consciente de que su poder proviene de su cargo de jefe de un estado capitalista. Él tal vez desee no tener que comportarse tan autocráticamente, pero él no puede confiar en la base Bolivariana para tomar las decisiones importantes ya que son susceptibles de alterar el delicado equilibrio que está tratando de lograr.

Los imperialistas europeos, que en general son más sofisticados acerca de cosas como la “Revolución Bolivariana” que los “born again (renacidos)”, dentro y alrededor de la Casa Blanca, no están particularmente alarmados por los acontecimientos en Caracas. Durante una visita a Europa en octubre de 2005, Chávez se reunió con el primer ministro de Italia Silvio Berlusconi, del ala derecha, el cual le dijo más tarde al periódico italiano La Reppublica que el líder bolivariano es un “hombre pragmático”, con el cual es posible hacer negocios. “Es cierto que existen las distancias ideológicas [con los EE.UU.], pero al final, las relaciones comerciales son buenas. Lo conozco [a Chávez] hace tiempo. También tengo buenas relaciones con él”, destacó Berlusconi (Venezuelanalysis.com, 18 de octubre de 2005). El actual jefe de Fedecámaras, José Luis Betancourt, también ha optado por poner la otra mejilla, al menos en público, declarando: “la inversión conjunta pública y privada es la única manera de desarrollar este país de una manera armoniosa” (Venezuelanalysis.com, 26 De octubre de 2005). El representante de los patrones aparentemente “tuvo una respuesta favorable a la declaración de Chávez de que los derechos de propiedad serían respetados durante el desarrollo de Venezuela” (Ibídem).

La inmensa mayoría de la clase gobernante venezolana todavía odia a Chávez con pasión. Ellos están acostumbrados a disfrutar de los lazos íntimos, personales y financieros, con los políticos gobernantes del país, y se sienten incómodos al tener a un bonapartista que habla sobre cosas de izquierda, a cargo de su estado. Sin embargo, la relativa independencia de Chávez de la burguesía, le permite servir mejor a los intereses del capital venezolano, una paradoja, que él explicó en una “Mesa Redonda sobre Macro Negocios”, que tuvo lugar en Caracas el pasado mes de julio, donde participaron funcionarios de gobierno y empresarios de Venezuela y de Norteamérica:

“Venezuela, y dije esto antes de convertirme en presidente de Venezuela, es una especie de—diríamos en el ’95, ’97—Venezuela es una especie de bomba (tic tac! tic tac!). Vamos a empezar a desactivar el mecanismo de la bomba. Y hoy, no es que esté totalmente desactivada, pero estoy seguro de que es mucho menos probable que esta bomba explote hoy, que frente a lo que había desde 1985, 88, 89—entonces explotó. Los 90 hasta el 98, pobreza, desigualdad.”
—”Discurso del Presidente Chávez a los representantes de negocios venezolanos y norteamericanos,” Venezuelanalysis.com 6 de julio de 2005

Además de contrastar fuertemente con la retórica socialista sobre el capitalismo como “barbarie”, las palabras de Chávez sobre la “desactivación” de las contradicciones sociales se encuentran en el centro de todo el proyecto bolivariano. Con sus promesas irrealizables de promover simultáneamente los intereses de los pobres y el de las pirañas financieras imperialistas a través de una forma de desarrollo “endógeno” más inclusivo y socialmente responsable, Chávez, involuntariamente, sin duda, está ayudando a sentar las bases para que las fuerzas de derecha, cuando resurjan en el futuro, se cobren una venganza sangrienta.

‘Anti-Imperialismo’ Bolivariano

La implacable hostilidad de Washington hacia el gobierno bolivariano es una refutación de las pretensiones de la administración Bush de ser el campeón de la “democracia” y la “libertad”, para los pueblos de la tierra sumidos en la oscuridad. Aunque a regañadientes describen los repetidos triunfos electorales de los ‘chavistas’ como “técnicamente legales”, los funcionarios de EE.UU. advierten que Chávez representa “un nuevo tipo de autoritarismo” y se quejan de que él no gobierna “democráticamente”, es decir, que se niega a recibir órdenes de Washington.

Chávez ha condenado las invasiones de los EE.UU. a Afganistán e Irak; fustigó al FMI y al Área de Libre Comercio de las Américas y se hizo amigo de Fidel Castro. El Banco Central de Venezuela recientemente ha empezado a convertir la mayor parte de sus reservas de divisas de dólares a Euros (Venezuelanalysis.com, 5 de octubre), y Chávez ha insinuado que podría un día decidir iniciar poner precio a las exportaciones de petróleo en Euros también. Todo esto lo ha hecho ser la actual bestia negra de la máquina de propaganda imperialista americana, y, por tanto, el destinatario natural de un asesinato fatwa por parte del intolerable teocrático e incondicional partidario de Bush, Pat Robertson. Cuando las protestas masivas en Bolivia alcanzaron dimensiones prerrevolucionarias, en junio de 2005, el Subsecretario de Estado para Asuntos del Hemisferio Occidental de los EE.UU., Roger Noriega, sabía a quien culpar: “El perfil de Chávez en Bolivia ha sido muy evidente desde el comienzo” (Miami Herald, 8 de junio de 2005). Fidel Castro, el tradicional fantasma de América Latina para los ilusorios fanáticos anti-comunistas, en tono de broma se quejó ante Chávez: “Me estoy dando cuenta de que su amistad está perjudicando mi imagen” (Reuters, 30 de abril de 2005).

La nefasta aventura americana en Irak ha hecho que sea menos probable un asalto militar inmediato a Venezuela, pero sin duda, la planificación está en proceso. La ayuda masiva de EE.UU. ha triplicado el tamaño de las fuerzas armadas de Colombia en los últimos años, proporcionando a Washington un sustituto confiable en la región. Cuando Chávez anunció planes para una ampliación modesta de la milicia popular, y compró 100,000 fusiles AK-47 y 40 helicópteros a Rusia, la administración Bush graznó que estaba poniendo en peligro la paz de la región. El Secretario de Defensa de EE.UU., Donald Rumsfeld, cínicamente preguntó: “¿Dónde demonios está [la amenaza] que Venezuela ve, que hace que desee tener todas esas armas?” (BBC News Online, 1 de julio de 2005).

A pesar de los intentos de diversificar sus mercados, Venezuela sigue dependiendo de las ventas a los EE.UU., que alcanzan aproximadamente los dos tercios de sus ingresos por exportación de petróleo, como los Bolivarianos han sugerido, es una razón más que suficiente para llegar a un acuerdo con los EE.UU. En el período posterior al golpe de abril de 2002, un exasperado Chávez declaró: “Conmigo en el poder el abastecimiento de petróleo a los EE.UU. está asegurado. Si apoyan los esfuerzos encaminados a obligarme a salir del poder habrá una guerra civil y el petróleo se interrumpirá” (ZNet, 10 de septiembre de 2002). En la Mesa Redonda de julio de 2005, Chávez habla de que tiene “amigos en ambos partidos” de la clase gobernante de Norteamérica. La oratoria demagógica anti-imperialista que tanto había entusiasmado a sus admiradores de izquierda en Porto Alegre fue puesta a un lado, a favor de un llamado a sus “queridos amigos de negocios de América del Norte” por la “paz”, la “comprensión”, la “transparencia” y la “verdadera integración”. Lejos de pedir “trascender el capitalismo” a través del socialismo Bolivariano, el máximo líder venezolano hiló fantasías acerca de la auto-reforma pacífica del imperialismo a través de una especie de impuesto Tobin, que podría “crear un fondo que permita a los gobiernos y a la sociedad forjar una alianza histórica para la supervivencia de la especie humana “(Venezuelanalysis.com, 6 de julio de 2005).

La expansión de los programas sociales bajo la “Revolución Bolivariana” ha sido pagada por el astronómico aumento de los precios internacionales del petróleo. Cuando Chávez asumió el poder en 1998, el petróleo se vendía aproximadamente a $12 el barril—en 2005 iba por $60. Bajo el gobierno de Chávez, el impuesto sobre ingresos pagado por las empresas petroleras extranjeras ha aumentado de un 1 por ciento nominal a un 16,6 por ciento (New York Times, 5 de julio de 2005). Sin embargo, si los ingresos del gobierno han aumentado, la deuda pública de Venezuela también ha aumentado, en gran parte como resultado de una política deliberada de subvencionar extravagantemente a los bancos de Venezuela:

“’Pero lo que hace que esto sea realmente una locura’, estima [Oscar] García [Mendoza, presidente del Banco Venezolano de Crédito], ‘es que el gobierno esté depositando todos sus ingresos del petróleo a un 5 por ciento en los mismos bancos, a los cuales les solicita préstamos al 14 por ciento. Es una manera muy fácil de hacer dinero para los banqueros. Esa es la razón por la que digo que esto es un gobierno para los ricos’.”
—Christian Parenti, “Hugo Chávez y Petro Populismo”, La Nación, 11 de abril de 2005

Parece ser que los chavistas se imaginan que se reducirá la subordinación de América Latina a los EE.UU. si se amplía el comercio regional y la cooperación económica. Hasta la fecha, Cuba es el único país que ha mostrado entusiasmo por la propuesta de Chávez llamada “Alternativa Bolivariana para las Américas” que competiría con el Área de Libre Comercio de las Américas, dominada por los EE.UU. Pero la lógica de tratar de incluir otros regímenes capitalistas en un proyecto de solidaridad Bolivariano se mostró claramente en agosto de 2005, cuando Chávez se ofreció a apoyar al gobierno de Ecuador en contra de los trabajadores que, exigiendo un aumento de las inversiones y más puestos de trabajo, llevó a la detención de las exportaciones de petróleo del país. Socavando la ventaja de los trabajadores, el gobierno de Chávez anunció: “Venezuela cubrirá los compromisos [de exportación de petróleo] que el gobierno de Ecuador [sic] no ha podido cumplir en estos días. Ellos no tendrán que pagar ni un centavo” (Reuters, 21 de agosto de 2005).

El Marxismo y el Estado en Venezuela

Esta vergonzosa acción de romper una huelga fue pasada por alto sin comentarios por parte de muchos de los admiradores internacionales de Chávez, incluidos los del Comité para una Internacional Marxista, que en papeles es el defensor de la independencia política de la clase obrera de la burguesía y, al menos en teoría, abogan por la creación de un partido leninista de vanguardia para llevar a cabo el programa de Trotsky de la revolución permanente. Pero, para el CMI, nada de esto parece aplicarse en Venezuela.

Los marxistas no desacreditan las medidas aplicadas por el gobierno de Chávez que mejora las vidas de los pobres y desposeídos—pero tampoco llegamos a la conclusión de que los principios fundamentales del socialismo ya no se aplican. Capitalistas y trabajadores tienen intereses materiales contrapuestos en Venezuela, lo mismo que en el resto del mundo. Ninguna alquimia Bolivariana puede transformar un instrumento construido para defender y promover la explotación capitalista—el estado burgués—en una agencia de liberación social.

El CMI afirma que Chávez ha “llevado a cabo una purga parcial del estado” (Marxist.com, 20 de mayo de 2004). Alan Woods incluso ha afirmado que los intentos bonapartistas de Chávez de mediar entre los trabajadores y los patronos significa que “el estado en Venezuela ya no está controlado por la burguesía” (Marxist.com, 4 de mayo de 2004). Al tiempo que concede que Chávez encabeza uno burgués, y aún advirtiendo que el estado representa una amenaza para la “revolución” aún no consolidada, la solución de Woods es proponer “la necesidad de eliminar a todos los conservadores” aún escondidos en el aparato (Marxist.com, 20 de mayo de 2004). En un “informe de testigos oculares desde el corazón de la revolución”, un defensor del CMI describió intensamente la titánica lucha revolucionaria supuestamente en marcha dentro de la maquinaria capitalista estatal de Venezuela:

“A pesar de que las estructuras del Estado venezolano siguen siendo capitalistas, esto no significa que dentro de él no haya una feroz lucha que tiene lugar entre los revolucionarios y los sectores que piensan que la revolución ha ido demasiado lejos. Hay una enorme división entre los reformistas y los revolucionarios en el palacio de Miraflores, los ministerios y en todo tipo de oficinas públicas. En algunos ministerios, la izquierda es fuerte, como por ejemplo en el Ministerio del Trabajo. Cristina Iglesias está en realidad trabajando codo con codo con la UNT, a fin de hacer frente a las prácticas anti- trabajadores de los jefes, tratando de impulsar la participación de los trabajadores en los sindicatos y tratando de aprovechar más las medidas de co-administración”.
—Marxist.com, 7 de septiembre de 2005

Aquí, en toda su desnudez, está la debilitante receta reformista de Eduard Bernstein de que los trabajadores pueden tomar en forma pacífica del estado capitalista y transformarlo gradualmente de un aparato de opresión en un instrumento de liberación.

Según el CMI, “Chávez, en general, ha hecho un cambio hacia la izquierda, que los marxistas revolucionarios debemos apoyar e impulsar” (Marxist.com, 19 de mayo de 2004). Los que critican a Chávez, o sus jactancias en el CMI, son despedidos como “sectarios”, que no alcanzan a comprender “la relación dialéctica entre Chávez y las masas”:

“Nuestra actitud hacia Chávez en todo momento ha sido una de apoyo crítico. Es decir, apoyaremos a Chávez en la medida en que golpee al imperialismo y la oligarquía, pero vamos a criticarlo cuando vacile o haga concesiones al imperialismo y la oligarquía”.
—Alan Woods, Marxist.com, 23 de julio de 2004

Esta es precisamente la fórmula empleada por Stalin, Kamenev y el resto de los bolcheviques de derecha tocante al Gobierno Provisional de la Rusia burguesa tras el derrocamiento del zar en febrero de 1917. En su histórica “Tesis de Abril,” Lenin rechazó enfáticamente este enfoque e insistió en una política de oposición dura a cualquier gobierno capitalista, por “progresista” que sea. Esta posición, que era la base política de la victoriosa revolución obrera en octubre de 1917, se consideró como una locura sectaria por los representantes de todos los matices de oportunismo dentro del movimiento socialista ruso, todos ellos tenían una estrategia, como la del CMI de hoy, que no era más que presionar al gobierno capitalista “izquierdista” y esperar a que se desarrollara la “dinámica revolucionaria”.

El CMI ve a Chávez como un iniciador del cambio revolucionario cuyas audaces acciones han provocado la movilización de la clase obrera. Según Woods, tan pronto como “la clase obrera entra en el ámbito de la lucha, adquiere una dinámica y un movimiento propio” (Marxist.com, 21 de enero de 2005). Al fijar sus esperanzas en Chávez como el gestor de un proceso histórico inevitable, el CMI renuncia a la responsabilidad de combatir las ilusiones pequeño burguesas divulgadas por los chavistas dentro de la clase trabajadora:

“Chávez y sus seguidores se apoyan en las masas para propinar golpes a la oligarquía y el imperialismo. Originalmente no tenían una perspectiva socialista, sino sólo la idea de eliminar la corrupción y de modernizar a Venezuela. Querían una sociedad más limpia, más justa e igualitaria, pero pensaron que esto era posible lograrlo sin romper las barreras del capitalismo. Pero inmediatamente esto los llevó a conflictos con la burguesía y el imperialismo. Las masas tomaron las calles y le imprimieron una dinámica diferente al proceso. El movimiento de masas estimuló a Chávez y este a su vez alentó a este movimiento hacia una dirección revolucionaria.”
—Alan Woods, Marxist.com, 20 de Mayo de 2004

El presidente venezolano ha tomado nota de sus cortesanos del CMI, e incluso invitó a un par de ellos a que aparecieran en “Aló Presidente”, su programa de televisión semanal. El CMI orgullosamente informó de que Woods y otro camarada del CMI “fueron colocados en la primera fila, en un lugar destacado, directamente frente al Presidente” y que “en el transcurso del programa, Hugo Chávez, mencionó a Alan al menos tres veces” (Marxist.com, 19 de abril de 2004).

Por supuesto que es agradable tener tiempo de emisión, pero V.I. Lenin tuvo una pobre opinión de los seudo-sofisticados en la Segunda Internacional, que pasaron su tiempo bebiendo junto a los ministros del gabinete y otros burgueses importantes mientras que enseñaban a los trabajadores a esperar pacientemente el inexorable funcionamiento de un cuasi automático proceso histórico de entrega del socialismo. La seguridad que Woods trasmite a sus seguidores de que, “tarde o temprano las masas estarán conscientes del significado real de sus actos” (Marxist.com, 21 de enero de 2005) no vale mucho. ¿Qué propósito tiene una organización socialista, si no es la de hacer que las masas tengan conciencia política? La tarea de los revolucionarios es la de ayudar a los trabajadores a comprender la realidad social y de actuar en su propio interés—como una “clase para sí”—en lugar de seguir siendo una “clase en sí” confundida por la ideología burguesa.

¿Revolución o Contrarrevolución?

Los pobres y los trabajadores de Venezuela han manifestado en reiteradas ocasiones su disposición a hacer lo que sea necesario para salir de la pobreza y la desesperación en las que el capitalismo los ha confinado. La tarea de los marxistas es la de ganar a los elementos más avanzados políticamente para que entiendan la necesidad de expropiar a los capitalistas como clase, y comenzar la reconstrucción de la sociedad sobre una base socialista. Un primer paso necesario en este camino es el rechazo de cualquier noción de reconciliación o de compromiso estratégico con los explotadores.

Las cosas no van a quedarse como están en Venezuela. No habrá una lenta y continuada deriva hacia el socialismo. El coloso imperialista se ha quemado los dedos en Irak y está predispuesto a emprender nuevas aventuras militares a gran escala en América Latina. Sus sustitutos colombianos parecen, por el momento, tener sus manos llenas. Y la derecha venezolana, después de haber perdido tres rondas consecutivas con los Bolivarianos, se está reagrupando y lamiéndose sus heridas. Pero la burguesía mantiene el control de todas las palancas esenciales de la economía, así como de los medios de comunicación, y es sólo una cuestión de tiempo antes de que una vez más vaya a la ofensiva.

Para contrarrestar la amenaza de un golpe de estado de derecha tipo Pinochet o Franco, los trabajadores venezolanos tienen necesidad de organizarse a través de una red de representantes electos en todas las fábricas, refinerías, minas y otros lugares de trabajo. Un sistema de coordinación nacional de los consejos de los trabajadores constituiría un mecanismo para ejercer el control sobre la producción y distribución de las necesidades indispensables para la vida, para la movilización de las capas más oprimidas de la sociedad, y para contrarrestar eficazmente cualquier intento por parte de los capitalistas y sus matones de reafirmar sus prerrogativas a través de una represión brutal.

Lo que se necesita hoy en Venezuela es un liderazgo político dentro del movimiento obrero que esté comprometido con la lucha por el poder—un partido leninista de vanguardia arraigado en el proletariado, capaz de polarizar el movimiento bolivariano en sus componentes de clase y, por tanto, preparar a la clase trabajadora para el inevitable enfrentamiento con la burguesía. Algunos izquierdistas esperan que el gobierno de Chávez siga el camino del movimiento 26 de Julio de Fidel Castro, que se inició con una formación liberal radical, pero, que después de dirigir una lucha que acabó con el estado capitalista existente, terminó expropiando a la burguesía y creando una economía de mando centralizado. La creación de un estado de trabajadores distorsionado a 90 millas de la costa de Florida, fue producto de la implacable e inflexible hostilidad de los capitalistas de Cuba y de su patrón imperial, pero sólo fue posible debido a la existencia del degradado estado de trabajadores soviéticos como contrapeso global al imperialismo.

La situación en Caracas en el 2006 es totalmente diferente a la de La Habana en 1960—la Unión Soviética ya no existe, y el estado venezolano sigue intacto. Chávez ha purgado algunos de los elementos que son particularmente hostiles a su régimen, pero él no ha tocado, y no lo hará, el núcleo esencial del estado burgués. El experimento “Bolivariano” sólo puede ser un interludio temporal. Hay sólo dos caminos, en la Venezuela de hoy—o la clase trabajadora sigue adelante y expropia a la burguesía (liquidándola así como clase) o los capitalistas aplastarán al proletariado. No hay ninguna opción de centro, ni “tercera vía”. No habrá alivio para el dolor y el sufrimiento de las masas de América Latina, siempre que los medios de producción sigan en manos de una pequeña minoría, como señaló Leon Trotsky, el gran revolucionario ruso, hace más de 70 años:

“Sud y Centroamérica sólo podrán liquidar el atraso y la esclavitud uniendo sus estados en una única y poderosa federación. Pero no será la atrasada burguesía sudamericana, agencia totalmente venal del imperialismo extranjero, quien cumplirá esta tarea, sino el joven proletariado sudamericano, llamado a dirigir a las masas oprimidas. Por lo tanto, la consigna que debe guiar la lucha contra la violencia y las intrigas del imperialismo mundial y contra la sangrienta dominación de las camarillas compradoras nativas es Por los estados unidos soviéticos de Sud y Centroamérica.
—“La Guerra y la Cuarta Internacional”, 10 de Junio de 1934