Aclaración teórica

(Parte de los comentarios hechos en representación de Spartacist a la Conferencia del Comité Internacional en Londres, extraído de Spartacist No. 6)

Las experiencias de las luchas de Argelia y Cuba, cada una desde su punto de vista, son muy importantes por la luz que arrojan sobre la decisiva distinción entre el logro de la independencia nacional sobre una base burguesa y las revoluciones de tipo chino, que llevan a una ruptura real con el capitalismo, aún limitadas dentro de los confines de una capa dirigente burocrática.

Dos elementos decisivos han sido comunes a toda la serie de levantamientos bajo direcciones de tipo estalinista, como los de Yugoslavia, China, Cuba, Vietnam: (1) una guerra civil del tipo de guerrilla campesina, que primero arranca al movimiento campesino del control inmediato del imperialismo y le substituye una dirección pequeño-burguesa; y después, si triunfa, toma los centros urbanos y por su propia inercia destroza las relaciones de propiedad capitalistas, nacionalizando la industria bajo una dirección bonapartista que se consolida “de novo”; (2) la ausencia de la clase obrera como contendiente al poder social; en particular, la ausencia de su vanguardia revolucionaria: ésto permite un papel excepcionalmente independiente a las secciones de la pequeña burguesía de la sociedad a las que así se les niega la polarización que ocurrió en la Revolución de Octubre, en la cual las secciones pequeño-burguesas más militantes fueron absorbidas por la ola de la clase obrera revolucionaria.

Revolución política

Sin embargo, es evidente que es necesaria una revolución política suplementaria para abrir el camino al desarrollo socialista, oen estadios más tempranos, como hoy en Vietnam, la intervención activa de la clase obrera para tomar la hegemonía de la lucha social nacional. Solamente aquellos que, como los pablistas, creen que (al menos algunas) burocracias estalinistas (por ejemplo Yugoslavia, o China, o Cuba) pueden constituir una dirección revolucionaria socialista, ven en este punto de vista una negación de la base proletaria para la revolución social.

Por el contrario precisamente, el campesinado pequeño-burgués bajo las más favorables circunstancias históricas concebibles no podría alcanzar una tercera vía, ni capitalista ni obrera. En vez de ello todo lo que ha salido de China y Cuba ha sido un estado del mismo calibre que aquel que salió de la contrarrevolución política de Stalin en la Unión Soviética, la degeneración de Octubre. Esto es lo que nos lleva a definir a estados como éstos como estados obreros deformados. Y la experiencia desde la Segunda Guerra Mundial, entendida adecuadamente, no ofrece una base para un alejamiento revisionista de la perspectiva y la necesidad del poder revolucionario de la clase obrera, sino que es una gran confirmación de la teoría y conclusiones marxistas bajo circunstancias nuevas e inesperadas.

Debilidad y confusión

Muchas declaraciones y posiciones del C.I. muestran una debilidad o una confusión teórica sobre este punto. Así, la declaración del C.I. a la caída de Ben Bella decía:

“Donde el Estado toma una forma bonapartista en representación de una burguesía débil, como en Argelia o Cuba, entonces el tipo de ‘revuelta’ que ocurrió el 19 y 20 de junio en Argelia está a la orden del día.”
[Newsletter, 26 de junio de 1965]

Mientras que las nacionalizaciones en Argelia hoy llegan al 15 por ciento de la economía, la economía cubana está esencialmente nacionalizada por entero; China tiene probablemente más vestigios de su burguesía. Si la burguesía cubana es en verdad “débil”, como afirma el C.I., uno debe observar que debe estar cansada de su largo viaje a nado hasta Miami, Florida.

La actual resolución del C.I., “Rebuilding the Fourth International”, sin embargo, expone el caso muy bien:

“De la misma manera, la Internacional y sus partidos son la clave de los problemas de la lucha de clases en los paises coloniales. Los líderes nacionalistas pequeño-burgueses y sus colaboradores estalinistas limitan la lucha al nivel de liberación nacional, o, como mucho, a una versión del ‘socialismo en un solo país’, sostenida por una subordinación a la política de coexistencia de la burocracia soviética. De esta manera, todas las ganancias de la lucha de los obreros y campesinos, no sólo en el mundo árabe, en la India, en el Sudeste Asiático, etc., sino también en China y Cuba [subrayado nuestro: Spartacist] están limitadas dentro de los confines del dominio imperialista, o expuestas a una contrarrevolución (la alineación frente a China, la crisis de los misiles cubana, la guerra de Vietnam, etc.).”
Claramente aquí se iguala a Cuba con China, no con Argelia.

El documento ofrecido por la sección francesa del C.I. hace varios años sobre la Revolución Cubana padece, desde nuestro punto de vista, de una debilidad central.

Ve a la Revolución Cubana como análoga a la experiencia de España de los años 30. Esta analogía no es solamente errónea- resalta precisamente lo que no es común a las luchas en España y Cuba, esto es, la revolución verdaderamente proletaria en España que fue aplastada por los estalinistas.

Sobreponiéndose a un mal método

Los pablistas han sido reforzados en contra nuestra, a nuestro parecer, por este reflejo simplista del C.I., que debe negarla posibilidad de una transformación social dirigida por la pequeña burguesía para defender la validez y la necesidad del movimiento marxista revolucionario. Ese es un mal método: en el fondo, iguala los estados obreros deformados con la vía al socialismo; es el error pablista invertido, y una profunda negación del concepto trotskista de que la casta burocrática dirigente es un obstáculo que, debe ser eliminado por los trabajadores si han de seguir hacia delante,

E1 análisis teórico de Spartacist concerniente a las regiones atrasadas del mundo refuerza, a nuestro parecer, las posiciones programáticas que tenemos en común internacionalmente con los camaradas del C.I.

James Robertson, 6 de abril de 1966