Nicaragua, la Revolución Permanente y el camino hacia el poder obrero

Extractos

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…La teoría de la revolución permanente sostiene que no hay un camino independiente de desarrollo capitalista posible en la era del imperialismo. Al rechazar la teoría de la revolución permanente, Barnes rechaza esto y retrocede a una teoría menchevique de dos etapas, con una primera etapa capitalista progresista. Con respecto a Nicaragua tenemos una clara elección: Jack Barnes o León Trotsky. Si el programa de la revolución permanente no es relevante o es impracticable para Nicaragua, como sostiene Barnes, entonces la lucha que Trotsky libró en los años 20 y más allá fue un error sectario. No hace falta decir que la teoría de Trotsky conserva toda su validez, no sólo en China en 1927 o en España en 1936, sino en Nicaragua, donde los propietarios capitalistas han demostrado sin lugar a dudas que no pueden ser ganados para una alianza con los campesinos y trabajadores pobres. Por el contrario, identifican sus intereses como aliados y socios del imperialismo.

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Por supuesto, sería una pura fantasía utópica creer que la pequeña Nicaragua podría construir el socialismo o sobrevivir mucho tiempo por sí misma como un Estado obrero aislado. Por lo tanto, el destino de Nicaragua radica en extender con éxito la revolución por toda Centroamérica y más allá. La afirmación del camarada Barry (1) de que mientras que esta perspectiva es “correcta en abstracto”, su afirmación de que es “abogar por hacer muy poco en realidad” revela una cierta falta de fe “pragmática” en el programa trotskista. Hay que darse cuenta de que la burguesía estadounidense y sus clientes regionales están aterrorizados por un nuevo estallido de revueltas en Centroamérica. México está, según todos los criterios objetivos, al borde de una potencial explosión social. Además, México es un país con un proletariado compuesto de muchos millones y con una importante extensión nacional hacia el sur de EE.UU. Completar la revolución nicaragüense expropiando a los capitalistas y repudiando al FMI chupasangre crearía una configuración política totalmente nueva en América Latina. Referirse a tal perspectiva como “hacer muy poco” es chocante, ¡especialmente viniendo de un trotskista!

La insurrección de julio de 1979 que puso a los sandinistas en el poder no fue simplemente una revuelta popular. Lo que la hizo diferente fue que la vieja maquinaria estatal de Somoza fue destrozada y la cuestión del poder obrero fue potencialmente planteada….

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Casi nueve años después de la revolución sandinista, más del 60% de la economía sigue en manos privadas. En 1987, el 73,6% de los productos de exportación y el 86,4% de los productos internos son producidos por el sector privado.(2) La burguesía, que no es amiga de la revolución nicaragüense, controla “las principales líneas de producción agrícola (que son) decisivas para el comercio de exportación.”(3) Aunque es un error idealista esperar la completa nacionalización de la propiedad burguesa al día siguiente de la revolución, es simplemente una obviedad que un Estado obrero sólo puede establecerse sobre la base de la propiedad capitalista expropiada. Para el camarada Raghu, que ha expresado la opinión de que esto no es necesario (4), Lenin es explícito: Rusia era un Estado obrero porque “el poder estatal proletario organiza la producción a gran escala en tierras de propiedad estatal y en empresas de propiedad estatal a escala nacional”.(5) Después de todo, sólo con el advenimiento de las nacionalizaciones masivas la Cuarta Internacional declaró que Cuba se había convertido en un Estado obrero (6), (es decir, un cuerpo armado de hombres que defienden un conjunto particular de relaciones de propiedad nacionalizadas).

Entre los sandinistas vemos poco de esto. En todo caso, la tendencia ha sido la contraria. Tras las elecciones de 1984, el derecho a la propiedad privada de los medios de producción quedó consagrado en la Constitución. El ABC del marxismo es que la clase obrera y la burguesía tienen intereses absolutamente antitéticos. Sin embargo, cuando se le preguntó a Jamie Wheelock si creía que la burguesía podía limitarse a “emplear sus medios de imposición y utilizar los medios de producción para vivir, y no como instrumentos de poder” (7), repitió que creía que sí. Hoy Nicaragua se encuentra en la misma situación que Cuba en 1959: un partido insurreccional ante la disyuntiva de defender los intereses de la clase obrera o los de la burguesía. En este sentido, los sandinistas son clásicamente bonapartistas y sin la existencia de formaciones de tipo soviético y democracia obrera, la clase obrera es incapaz de gobernar directamente.

Sin embargo, los sandinistas han indicado las direcciones que pueden tomar. Como señaló Trotsky, “en la guerra civil, incomparablemente más que en la guerra ordinaria, la política domina la estrategia”.(8) El apoyo al plan de paz de Arias, que es un “intento de los regímenes burgueses de Centroamérica de contener y aislar la revolución nicaragüense” (9), se basa en última instancia en la creencia reformista de los sandinistas de que es posible que haya paz en Centroamérica sin una revolución socialista victoriosa. Dentro de la ASA, los camaradas que han planteado esta cuestión, han sido etiquetados como “sectarios”, que están aislados dentro de la Cuarta Internacional. Además de que esto es indemostrable, parece poco probable que de una organización de miles de [militantes], sólo tres piensen que fue un error liberar a mil contras, o nombrar al jefe contra como negociador, etc., etc. Tal posición puede, por supuesto, “aislar” a la ASA de los activistas de solidaridad reformistas que quieren mantener las ilusiones en el plan de paz, pero sólo argumentando a favor del marxismo revolucionario en las cuestiones cruciales que están teniendo lugar hoy, se puede ganar a lo mejor de estos militantes y alejarlos de una perspectiva de solidaridad limitada. En cualquier caso, como revolucionarios nuestro primer deber es siempre decir la verdad a las masas.

[La] posición de no criticar a los sandinistas por el plan Arias tiene cada vez menos sentido en la medida en que se muestran cada vez más sus ilusiones en los imperialistas liberales. Al mismo tiempo que se refería a los intentos del imperialismo de aplastar la revolución como una “desafortunada política de presión”, Daniel Ortega estaba llamando a otras potencias imperialistas, incluyendo a Canadá, a supervisar el plan. (10) Considerar las ilusiones de los sandinistas como una prueba de su liderazgo revolucionario es apartarse del método del marxismo….

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¿Cuáles son entonces nuestras exigencias? Dado que la clase obrera y la burguesía tienen intereses absolutamente opuestos, en Nicaragua es necesario lanzar el llamamiento a la expropiación de las fábricas y las grandes fincas capitalistas, completando así la revolución. Sostener que la revolución social debe esperar primero a que termine la guerra es retroceder del bolchevismo a la teoría menchevique de las etapas. No hay que olvidar que Stalin nunca dijo que se opusiera a la revolución mundial, simplemente argumentó que “ahora no era el momento”. En cambio, como dijo Trotsky sobre la guerra civil española, el camino hacia la victoria de los obreros y campesinos pasa por acelerar el ritmo de la revolución social. Los intentos de mantener la revolución dentro de los límites del respeto a la propiedad burguesa son el mayor peligro. Los resultados de una política “estatista” [han sido] desastres sangrientos para la clase obrera en China y Chile, por nombrar un par de ellos. Si bien es imposible garantizar que la revolución nicaragüense triunfase definitivamente adoptando el programa de Lenin, el programa de la revolución permanente, lo que si podemos afirmar es que sin él no tendrá éxito.

¿Puede la dirección sandinista adoptar tal programa? A la luz de la valoración que hace el FSLN del imperialismo, de su relación con la burguesía nicaragüense y de su estrategia para la revolución, no puede considerarse de ninguna manera una organización marxista revolucionaria. Sin duda, amplios sectores del FSLN son subjetivamente revolucionarios, pero estos elementos deben ser desvinculados del programa colaboracionista de clase de los sandinistas. Esta tarea sólo puede lograrse mediante la formación de un partido trotskista independiente en Nicaragua que se erija en un polo de atracción revolucionario y gane a los mejores elementos del FSLN y a los militantes sindicales para el programa revolucionario de la revolución permanente.

Neil Henderson
13 de marzo de 1988


Notes:

  1. Barry W., Internal Discussion Bulletin, Vol. v #l, p. 8
  2. Livio Maitán, International Viewpoint, 22/5/88, p. 5
  3. Ibid.
  4. Raghu K., “The ‘Principled’ Coalition Bogey”
  5. V.I. Lenin, “Economía y política en la época de la dictadura del proletariado”, Marx, Engels, marxismo, Editorial Progreso, Moscú, 1968, p. 427
  6. Documento del F.I., reproducido en Intercontinental Press, 19/10/81
  7. Jamie Wheelock, “The Great Challenge”, Nicaragua: The Sandinista Peoples Revolution, Pathfinder, Nueva York, 1985, p. 135
  8. Leon Trotsky, The Spanish Revolution, Pathfinder, Nueva York, 1986, p. 243
  9. ASA, moción de Toronto, aprobada el 31/1/88,7-0-1
  10. New York Times, 25/1/88